26 enero 2014

'A L G O' de Jose Luis Rodríguez Muñoz

'A L G O' de Jose Luis Rodríguez Muñoz

El hombre va andando por la calle. Llega a la esquina del cruce con otra, la sobrepasa, mira al fondo; y, en el grupo de personas que transitan por la paralela, una de ellas fija su atención.
      Hay algo raro en ésta –más allá de su altura, su ropa sucia, su expresión despistada y la mirada que le devuelve- que le hace verlo como alguien que, de pronto, ha aparecido en este lugar; pero que  no es de aquí. Y este “no es de aquí” es lo que ha sobrecogido al hombre que lo ha visto; porque lo ha sentido fuera del mundo.
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          Ha  pasado un buen rato. La calle –la paralela- está más concurrida que antes. Gente diversa discurre por sus aceras, entrecruzando sus caminos, sin, casi, detenerse ,y, toda con parecido apresuramiento,…pero no pasa nada extraño; sólo es la hora de marchar a casa hasta el día siguiente, después del cierre comercial…
     …Antes de que los últimos transeúntes despueblen las aceras  y los coches dejen de circular continuamente; el hombre –que iba andando por la calle- se ve, también, transitando entre la gente; pero no como ella. Más que andar, se mueve como si buscara algo y tuviera que sortear  lo que le impide verlo. Está agitado, inquieto y visiblemente contrariado; y, a veces, cuando se detiene parece dudar de lo que está haciendo,pero, no puede dejarlo; porque desde que vio –y se miraron- al otro, algo de los dos lo está impulsando a seguirlo.
     Llega –como antes- a una esquina y lo vuelve a ver. Se repone, algo aliviado, al tenerlo cerca sin perderlo y se queda mirándolo, como si entendiera su confusión. Está un poco alejado de la acera, por la que aún camina la poca gente que queda, y  parece apartarse con miedo  de ser empujado; y así –esquivando, dando traspiés y tambaleándose- acaba apoyado en una pared…para , después, dejarse caer al suelo.
     La gente que pasa a su lado no da muestras de verlo aunque mire hacia él; y éste  sólo parece sentir las presencias que pueden ocupar su espacio –y se aparta-, porque sus ojos vagan extraviados e inertes; sin ver.    
     -“Nadie va a tropezar con él,y, él no va a tropezar con nadie; pero los dos van a notar la frialdad del vacío al cruzarse”-. Para el otro hombre –que está diciéndose esto, casi sin tener tiempo para reflexionarlo-algo se está volviendo evidente, y es…que aquel no es de este mundo.
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           La noche, en las afueras de la ciudad, está abatiéndose en todo lo que allí vive… Al caer el atardecer la claridad se iba perdiendo en las sombras; aunque la tierra, los árboles y las pequeñas casas dispersas en el campo, todavía conservaban la fuerza, la belleza y la alegría de la vida;…y, ahora, sólo les llegaba el descanso sereno y la espera…
     …Pero ya, la noche ha caído; y nada que esté bajo ella es acogedor. Solamente hay la negrura, el vacío, el silencio, la soledad y frío…;  sólo eso  son las afueras.
      La sombra del hombre – la única que todavía se mueve en la intemperie – penetra en un lugar recóndito y enmalezado – abierto en la tierra-, después de quitar la piedra que lo malcubría. Es una oquedad en la que un cuerpo  no soportaría la dureza, la humedad y la frialdad del suelo; pero él sí entra…Al rato, el lugar queda tan en silencio como el de la noche…
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               Antes de  llegar a las afueras de la ciudad, él había deambulado tras la gente –que acababa desapareciendo en sus casas-, había recorrido calles y calles  casi vacías siguiendo unos pasos, se había detenido en cualquier sitio como si lo hubieran parado; y, después ,otra vez, y otra vez, y otra…había vuelto a empezar este ajetreo sin sentido.
     Sólo, cuando –ya anocheciendo- su camino lo llevó fuera de la ciudad, y,  sintió la presencia del campo, el hombre pareció salir de su apatía y se dirigió hacia este lugar.
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          El cuerpo yace  en el suelo duro, húmedo y frío de la oquedad abierta  en la tierra. Está muerto, rígido como una piedra, y, tan vac ío por dentro y por fuera de cualquier asomo de vida, como aquella misma. Y dentro del hueco no hay nada que se mueva –ni siquiera un ruído- que rompa la quietud-o el silencio-. Sin embargo, algo del hombre no está enteramente muerto y pervive sin su mundo.
     La memoria no había cesado  después de morir. Sus recuerdos empezaron a recorrer toda su vida hasta el último momento; pero, entonces, volvieron hacia atrás, recomenzaron, llegaron y –aceleradamente- repitieron y repitieron todo; convirtiéndolo en una sacudida para algo del hombre; algo que el escaso tiempo  transcurrido todavía  no había apagado los recuerdos.
    Éstos, poco a poco, abandonaron el camino del pasado y parecieron ser del presente. Un presente que aún seguía ocurriendo en la memoria; en una escena confusa y atropellada, tan llena de dolor y angustia, que acabó reavivando a ese algo, aunque fuera de su mundo. Después, desde el interior más escondido de la mente, se desencadenó lo que hizo regresar al hombre.
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          Aquel otro –el que iba andando por la calle- lleva días sin salir de su casa y, aunque no ha vuelto a verlo, no se le va de la cabeza. Haga lo que haga –desde lo más rutinario a lo menos habitual- la imagen de ese hombre salta en su mente y se queda fija casi impidiéndole atender otra cosa; pero no le muestra nada más, a pesar de esforzarse en comprenderla; sólo que es de alguien fuera de este mundo, que lo sobrecoge angustiosamente y que quiere algo de él…
     …Fuera –igual que los demás días- deambula el otro. El mismo recorrido tras la gente, las mismas calles, las mismas paradas de repente;…el mismo ajetreo sin aparente sentido.
     El cuerpo –alto, desgarbado y suciamente cubierto- no lo ve nadie, ni siquiera él mismo; solamente existe –como era cuando se vio por última vez-para que el algo de la mente lo mueva entre los vivos, sin que éstos lo sientan; más que como un escalofrío al pasar a su lado.
     Y aquello ya no es un algo que tan sólo recuerda, sino un algo que sigue vivo en un presente inacabado y doloroso, que no quiere que suceda... Por eso en su mente se ha desencadenado el regreso; pero a un mundo que ya no es el suyo, y, en el que se siente perdido y solo…
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           En él, la memoria –después del retorno- ha olvidado  lo que pasó tras la muerte; y de ésta sólo tiene la sensación de que se está yendo de la vida.
     …No repara en las calles que –casi por azar- se encuentra, sino en las que fueron suyas; y el aturdimiento y la torpeza de sus pasos  lo pueden llevar a cualquier sitio; hasta, a veces, delante de su casa u otro lugar tan familiar como ésta. Por eso, en ocasiones, se queda parado repentinamente porque algo lo ha atraído; aunque no hace sino sentir su presencia, detenerse como si esperara y seguir andando.
     Lo mismo sucede cuando es la mirada de alguno, la que le suscita una presencia que ha sido algo suya; porque, tampoco, aquel puede verlo.
     …Sigue deambulando perdido y solo en este mundo del que ya se ha ido. Pero una vez –tan sólo una- sus ojos vieron otros ojos, las miradas se cruzaron y alguien lo encontró; aunque únicamente sintió esto.
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          El hombre ha salido de casa. Cree que está huyendo de ella, porque el recuerdo del otro, casi incesante, no lo deja vivir; pero es su mente torturada la que lo impulsa a hacerlo para volverlo a ver y saber lo que quiere…
     …Lo ha visto muy de lejos y va a buscarlo. Su agitación hace que corra detrás a darle alcance; sin embargo, al detenerse un momento para descansar, decide seguirlo y ver qué hace.
     No entiende para qué está recorriendo calles y calles, aunque sea un ser extraño al mundo, porque nada sucede con él. Sólo, algunas paradas súbitas ante la gente o ante algún lugar –que tampoco comprende- interrumpen la caminata.
     Hace bastante tiempo que comenzó a seguirlo. La separación entre los dos cada vez se acorta  más; -lo que le parece lógico por la lentitud del otro-pero no ha notado que es aquel quien se está deteniendo.
     Es una sensación repentina y brusca la que llega al primer hombre; después  de que al volver a sentir la de aquella presencia que lo encontró , haya enlentecido su marcha. Sin embargo, ahora, es angustiosa; tanto que lo ha paralizado; aunque su memoria ha vuelto a tener aquellos recuerdos olvidados al regresar. Después, su cuerpo –extrañamente sacudido- ha salido de su estupor y ha encarado al hombre.
     Éste, sorprendido por todo, se ha quedado quieto, y no puede articular ni una palabra. Los ojos del otro ahora están vivos –aunque parezcan cegados- porque de ellos le llega el pánico y el dolor que está viviendo; sin decir nada.
     Las palabras, ahora, están en la mente del vivo. Su memoria, también ha estado en silencio desde aquel día; y también se ha recuperado. Recuerda la escena y se la dice a sí mismo, sín tratar de esconderla; porque la mirada del otro le ha puesto delante el horror que desencadenó y la culpabilidad que le llega
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          De noche, en las afueras de la ciudad, reaparece aquella sombra. Vuelve a ser alguien perdido, solo, sin recuerdos y moribundo, que está regresando a su tumba.
    Detrás, otro hombre –que lo ha  venido siguiendo- entra tras él en ella.
     La oquedad –abierta en la tierra de nadie y escondida entre la maleza- está como antes –fría, dura y húmeda-; y en el suelo hay un hombre muerto, rígido y descuartizado; que nada tiene –ni dentro, ni fuera- que siga vivo.
     …El otro sale de ella y se interna en el campo; mientras la oscuridad está haciendo desaparecer cualquier asomo de vida.

Relato enviado por Jose Luis Rodríguez Muñoz
Gracias Jose Luis por enviar tu relato ;)

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