29 diciembre 2011

"El Puñales" de Marta López

"Ocúpate de ti misma y no de lo que hagan los demás". 
Durante la mayor parte de mi vida pensé que esta frase la habíamos oído todos en nuestra infancia, en unos casos por pretender llegar a casa más tarde, como hacía nuestra mejor amiga, otras veces por tomar cuantos helados nos apeteciera, poniendo de ejemplo a alguno de nuestros compañeros de aventuras... Pues no. 

Existe gente que nunca escuchó o asimiló esta frase. Gente que para soportar su vacía existencia busca entrometerse e interactuar en la vida de los que cree más débiles hasta límites insospechados. 
Y no se debe echar la culpa a su infancia, con educación castrense y deseos de ser el más popular a toda costa (¿quizá porque era lo contrario?), ni a su enfermizo matrimonio con un "buen partido" en el que a cambio, le tocan todos los cuidados de los hijos además de reproches en público.
 
Cuando le conocí creí que tenía presbicia al llevar siempre la barbilla lo más alto posible, ya he comprobado que su enfermedad no es ésa sino su propia vida, en la que sólo puede disfrutar (porque disfruta) de buenos ratos escuchando las comunicaciones privadas de los demás. Puñales, le llaman.

Relato enviado por Marta López
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21 diciembre 2011

'EL CAMINO EQUIVOCADO' de Tahis


EL CAMINO EQUIVOCADO

Suena el despertador. Un día más. Un puñetero día más de la triste vida de Lucía. Lucía era una chica extravagante y complicada, no había nadie en el mundo más antipática que ella. Pero un día, un día que pintaba ser tan aburrido y gris como todos los demás, conoció a Martín.

Martín-Tintín, como ella lo llamaba por ser rubio de ojos claros y tener una especie de tupé en la cabeza, era un chico encantador. Era buen estudiante, de familia adinerada y con un futuro prometedor.

El día en el que estas dos personas se cruzaron, algo muy gordo pasó. Martín acabó en la cárcel y Lucía en el hospital. Y todo por culpa de Alex, un chico muy parecido a Lucía en cuanto a carácter. Alex estaba metido en el mundo de las drogas y había metido a Lucía, la cual se dejó manejar como un títere por su querido novio. Esa noche había una fiesta en la ciudad y Alex estaba allí con Lucía comprando algo de droga a un grupo de chicos y chicas menores de edad. Lucía se había hartado y aburrida se separó del grupo y comenzó a caminar. Iba tan borracha que no vio al pobre Martín que se cruzó en su camino ajeno a lo que estaba a punto de pasar. Alex vio a su novia a lo lejos hablando con Martín y el grupo de chicos que le vendía drogas se esfumó pensando que la chica se había ido de la lengua y que Martín era de la secreta.
Me acabas de joder el negocio, zorra - dijo Alex mientras miraba con odio a su “querida” chica.
Menudo negocio ese y yo no hice nada, solo me fui de allí porque no me gustaba esa gente – dijo Lucía mientras se miraba los pies y dejaba que su cuerpo se moviera de un lado a otro por los efectos del alcohol.
¿Y tú donde vas? – le dijo Alex a Martín que comenzaba a alejarse con disimulo.
A mi casa – contestó asustado Martín.
Anda, con que el niño rico se va a casa, ¿eh? – dijo en tono amenazante Alex – Pues eso será sin un duro en los bolsillos. ¡Vamos! Me jodiste el negocio, ahora quiero una recompensa…
No tengo nada encima – concluyó Martín antes de salir corriendo de allí al ver la navaja que Alex acababa de sacar.
Tranquilo, que este regalo no es para ti – dijo Alex mientras clavaba la navaja en el vientre de Lucía.

Alex se fue corriendo sin mirar atrás y Martín volvió para ayudar a Lucía. Ella estaba bocabajo y un charco de sangre iba creciendo poco a poco bajo su cuerpo. Gritó ayuda desesperado y Alex rió a lo lejos al escucharlo. Lucía pudo abrir los ojos y solo dijo: “Siento haberte metido en esto” y luego se desmayó.

La ambulancia tardó unos 10 minutos en llegar, puesto que no estaba muy lejos de allí atendiendo a un chico que se había roto una pierna al correr borracho. Se la llevaron a Urgencias y Martín decidió acompañarla, pues se sentía responsable de Lucía, ya que si él hubiera ido más pendiente en la calle no hubiera tropezado con ella y ella no hubiera tenido que disculparse, Alex no se hubiera enfadado y ahora estarían los dos drogándose en cualquier baño y él… él ya hubiera llegado a casa.

En la ambulancia Lucía despertó y alguien le preguntó quién la había apuñalado. Lucía, sin quererlo señaló al pobre Martín.

Ella lo que quería era que Martín se acercara para disculparse de nuevo con él, pero no inculparle. Al llegar a Urgencias, un agente de la policía se llevó detenido a Martín, y Lucía fue operada hasta bien entrada la madrugada.

La familia de Lucía ya estaba acostumbrada a ir a visitarla al hospital, pero siempre por temas de drogas y alcohol, nunca por algo así. Se asustaron mucho y enseguida culparon a Alex, porque sabían que era el novio de Lucía y porque sabían que él estaba metido en problemas con gente que no es de fiar.

Al mediodía Lucía despertó con mucha hambre. Buen síntoma. Comió y se durmió para volverse a despertar pidiendo más comida. Su familia la pudo visitar por la tarde y la Policía que esperaba ansiosa preguntarle todo lo ocurrido a Lucía, entró en la habitación.

Preguntas y más preguntas después Lucía terminó de aclarar el malentendido que hubo en la ambulancia. Martín estuvo libre al fin, pero recibió una llamada del hospital. Era Lucía, quería verle. Había conseguido su número gracias a la Policía y ellos mismos, después de disculparse ante la familia de Martín, decidieron acompañarlo a visitar a Lucía.
Lo siento. En la ambulancia te señalé porque quería hablar contigo, no quise culparte.
Bueno, ya da igual. Me alegro de que estés bien. Se te ve mucho mejor.
Me imagino que ahora pesaré dos kilos más que anoche, con todo lo que he comido.
Eso es bueno.
Lo sé, pero de nuevo me gustaría disculparme contigo.
Tranquila, en serio. Estoy bien. Si necesitas algo, ya sabes…
En realidad sí.
¿Qué?
Quiero cambiar.
¿A qué te refieres?
Quiero dejar las drogas y la mala vida. Necesito a alguien a mi lado que me ayude, mi familia ya está cansada, llevo diciendo esto mucho tiempo.
Y no creerán que esta vez sea verdad.
Exacto.
Te ayudaré.

Efectivamente, la familia de Lucía no creyó en ella, pero Martín sí. Poco a poco su amistad comenzó a ser más fuerte y las visitas eran diarias. Meses más tarde, Lucía salió del centro de desintoxicación y Martín decidió declararse. Una bonita amistad que surgió de una horrible noche y un noviazgo dulce que convirtió a una drogadicta rebelde y sin futuro en una chica dulce y brillante.

Un día, Martín decidió presentar a Lucía como su novia delante de toda su familia. La madre de Martín, Pilar, no aceptó a esta chica como nuera y le recordaba a cada momento su pasado como drogadicta y la noche en el calabozo que su hijo pasó por su culpa. El padre, Armando, tampoco aprobaba la relación, decía que años de sudor y lágrimas trabajando para procurarle a Martín un buen futuro no había dado sus frutos, pues él se había ido con la primera que encontró. Por el contrario, Cata, la hermana de Martín, era un encanto con Lucía y era la única que la trataba bien.

Lucía estaba cansada de sus suegros y prefirió no visitar a Martín en su casa nunca más. Pero esa medida no fue suficiente, a su casa llegaban cartas que le decían a Lucía que se alejara de Martín por el bien de todos. Una familia rica emparentada con una chica de barrio, sin estudios, ex drogadicta y con un novio que intentó asesinarla. Debían tomar más medidas contra Lucía si querían separarla de Martín. Y Lucía cansada de la situación y lejos de querer dejar a su salvador, a su Martín-Tintín, se presentó en casa de Pilar y habló con ella. Intentó convencerla de que había cambiado, pero nada funcionó, se rieron de ella y tuvo que irse de allí con el cuerpo temblando de la rabia contenida que tenía. Al marcharse, Lucía pudo escuchar como Cata la criticaba con su madre y se reía de ella. Nadie la quería en esa casa, pensó.

No hacía ni un mes que había comenzado a ser novia de Martín y ya recibía amenazas serias por parte de su “familia” política. Lucía estaba sola, no quería contárselo a Martín y menos a su familia que pensaría que hasta para conseguir novio era una fracasada. Así que se lo calló y sin nadie que la aconsejara nunca supo que esas amenazas eran denunciables y lo único que hizo fue destruirlas y seguir con su vida… y con Martín.

Parecía una buena familia, de fiar, pensó Lucía el día en el que se encontró cara a cara con Pilar, Armando y Cata en su propia casa. Estaba cansada de todo y de todos y Martín, su querido Martín encontraría fácilmente a otra chica más adecuada para él si ella le dejaba.

Así fue, llegó el día y Lucía se decidió a dejar a Martín. Las amenazas cesaron y pudo rehacer su vida de nuevo, pero se sentía vacía, triste y sola. Salió de casa a tomar aire y allí estaba él, Alex.

Pelearon, discutieron, hubo mucho ruido, pero nadie la ayudó ni llamó a la Policía. Y Alex armado de nuevo con su navaja se acercó a Lucía con intención de matarla. Pero lo que no sabía ninguno de los dos era que Martín, despechado y dolido seguía visitando los alrededores de la casa de Lucía esperando que ella saliese para hablar. Esta vez pudo intervenir antes de que Alex clavara su navaja en ella. Lucía aprovechó el despiste de Alex y se metió en casa para llamar a la Policía. Pero Alex había ido a matar y no se iba a quedar con las ganas y Martín por mucho que corrió no logró escapar a alguien que llevaba muchos años corriendo para no ser pillado por la Policía en sus “fiestas”.

Cuando Lucía, después de llamar a la Policía y de coger el cuchillo más grande que encontró en la cocina, salió de su casa para matar, o al menos, asustar, a Alex y se encontró con Martín desangrado en una esquina. Esta vez, Alex se había asegurado de matar a su víctima y Martín ya no respiraba.

Llorando y gritando, la pobre Lucía dejó caer el cuchillo al lado de Martín, el cual se llenó de la sangre que formaba un charco a su alrededor. La Policía y la ambulancia llegaron y las cosas fueron como el primer día que Martín y ella se conocieron, solo que esta vez Lucía acabó presa y Martín en el cementerio.

El cuchillo de Lucía no coincidió con las puñaladas que tenía Martín, pero para la familia de él, la culpable de todo había sido Lucía.

Dos días más tarde del entierro de Martín y cumpliendo su amenaza Pilar cogió la vieja escopeta de caza de Armando y le disparó a Lucía en la cabeza que cayó al suelo, ya muerta. Nadie sospechó de ella, la misma Lucía había eliminado las únicas pruebas: las cartas.




Relato enviado por Tahis
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14 diciembre 2011

'Ya no quedan hombres orquesta' de Guillermo céspedes


Ya no quedan hombres orquesta.


El resplandor azulado, tranquilizador, inundó la habitación de golpe. Sin previo aviso, la luz ganó la batalla. La televisión estaba encendida.


La rápida sucesión de colores desconcertó al principio a los cuadros del salón, que se dedicaron a devolver los destellos uno por uno, sin poner nada de su parte, como había sido habitual hasta entonces. 
Tras un rato, el sofá se decidió a crujir, lo que llenó de regocijo al aparador, haciendo que todos sus trofeos, vajilla y ornamentos variados tintineasen placenteramente. Unos tonos ocres, manchados de vez en cuando por algún verde y azul imbuyeron una sensación de calma generalizada, permitiendo que las sillas, enfrentadas como siempre, firmaran un armisticio. 
Las cortinas, siempre dispuestas a colaborar, decidieron hincharse y deshincharse de forma acompasada y rítmica, meciéndose con la inexistente brisa que nunca llegaba a ellas.


Entonces ocurrió.


El ronquido sordo de Julián detuvo a las cortinas, disgustó a las sillas, colocándolas de nuevo, firmemente, en posturas antagonistas, provocó un zumbido en la vajilla, duramente reprendida por un enfurecido aparador y obligando finalmente al televisor a desconectarse. Volvió la oscuridad.


Julián despertó aterido, la manta se había deslizado junto al almohadón y reposaba acurrucada plácidamente. Ofreció sus más sinceras disculpas al trozo de tela, la cogió estirándola y se cubrió con ella al levantarse. Le entró una gran melancolía al ver el desastre generalizado que había a su alrededor. Desde que Greta se marchase, una auténtica cinturón negro del Feng-Shui, las cosas no estaban bien por allí. 


Se asomó a la ventana y sonrió al comprobar que la calle seguía igual. Era una constante en su caótica vida. Disfrutaba más mirándola que paseando. lo que se ve desde un lugar elevado es mucho más bonito que a nivel de suelo. Las pequeñas cosas no son tan perfectas como las grandes, era una cuestión de escala y discriminación visual. Las porquerías que dejan un perro y su dueño no se ven desde el piso octavo. Mantenía los ojos abiertos, con miedo a cerrarlos por si cambiaba algo al parpadear. 


Su primer acto de rebeldía en años consistió en comprar dos láminas enmarcadas en aluminio con cristal mate de Rothko y colocarlas encima del sofá. Quedaban realmente bien, pensaba Julián mientras Greta abandonaba siete años de sus vidas con un portazo. Ni siquiera le dio la opción de enmendar su error, no hubo preguntas ni reproches. No hubo discusión ni despedida. Se fue con su bolso, tal como había llegado del trabajo y no volvió. 
No le cogió las infinitas llamadas que le hizo, no contestó a ninguno de sus desesperados mensajes y en el trabajo no sabían nada de ella desde ese día en el que salió, como había sido habitual, tarde, despidiéndose, como tenía por costumbre con un 'hasta mañana gente'. Greta no mantenía lazos familiares, eso era algo que a Julián siempre le desconcertó de ella, una hermana que vivía en Escocia y con la que nunca habló estando él presente y un tío Bávaro al que mandaba una felicitación escrita en alemán una vez al año.


-Sólo le haré una pregunta más, señor Gurrea ¿Dónde está el cuerpo de Greta Cadirer? -Dijo el Inspector García mirándole a los ojos. Dejaba bastante clara la postura oficial de la Policía respecto al caso. Él era el principal sospechoso de... ¿asesinar a Greta? Comenzó a marearse.


-¿Nervioso? ¿Le incomodo, quizás? -El tono de voz y la mirada de García incomodarían a una piedra de Jerusalén, pensó Julián. Si le hubiese preguntado cómo quedó el partido del día anterior, también se hubiese puesto a temblar como un flan.


Un martes salió de casa para el paseo habitual. Panadería, Mercadona, casa. Pero escuchó una música delante suyo, en un coche azul que giraba la esquina y desaparecía en ese mismo momento, que le recordó la reseña leída un par de días atrás sobre ese grupo de nombre impronunciable. Vino a su cabeza el recuerdo de cuando todavía conocía los nombres de los grupos que salían en las revistas musicales y decidió cambiar su habitual paseo de intendencia por el consumo de música en formato físico. Actualizaría su fonoteca con discos posteriores a la irrupción de Greta en su vida.


Subió al bus después de esperar un buen rato, incómodo por el sin techo que no hacía más que mirarle desde el otro extremo de la calle, se sentó y se imaginó a sí mismo delante de un joven dependiente de la tienda, preguntándole qué había salido en los últimos siete años que mereciera la pena y se derrumbó. Sería patético, además de no confiar en el criterio de un dependiente al que no le gustaría lo mismo que a él. Cambió de planes de nuevo. Una barra de pan, café y productos de limpieza daban menos dolores de cabeza e implicaban menos posibilidades de hacer el ridículo. 
No se imaginaba a la malcarada dependienta del súper criticándole por su falta de criterio al escoger productos de gama blanca. Pulsó el botón de solicitar parada y bajó. Toda su energía se había vuelto a desvanecer. Comenzó a deshacer el camino, lamentándose de lo que pensarían los usuarios de ese bus al verle bajar dos paradas no más allá de su incorporación. Vio a una pareja de jóvenes que andaban delante suyo y se fijó en la cadencia de sus pasos. Eran rítmicos. Tenían fuerza. Irradiaban seguridad. Un leve balanceo de la cadera y de los hombros. 
No, no era eso. 


Eran las zancadas, ni muy largas y por supuesto nada cortas. Se fijó en sus vacilantes y torpes pasos, parecía un niño pisando charcos, alguien con pocas ganas de llegar a ningún sitio, o todo lo contrario, el extraño en un lugar hostil, buscando la seguridad del hogar. Daba igual, andaba como un pato. Dejó que la pareja se alejara mientras él curioseaba con mal disimulado interés un escaparate de un comercio a todas luces abandonado. En el reflejo de la luna se vio y no le gustó su aspecto. 
Un cuarentón sin ningún tipo de atractivo especial, calvo y sin afeitar. No protagonizaría una película, desde luego. Ni siquiera un anuncio de píldoras contra la impotencia. Los que la sufrían no estaban tan contentos como aquellos que la farmacéutica usaba como modelos.


 Su ropa no estaba bien, no era que fuese antigua, ni estaba sucia, sólo era anodina. La ropa de un funcionario de prisiones al salir del tajo, y había algo más. Detrás suyo había un coche azul. Se volvió y el coche ya giraba la esquina. la sensación de desasosiego volvió y se acentuó más cuando notó algo en el contenedor de enfrente. Se acercó a ver el objeto tirado en el suelo, junto a los dos contenedores verdes. Era una guitarra. Una Fender Stratocaster, americana y de color chocolate partida por la mitad. Las astillas del mástil estaban justo ahí. La habían tirado en perfecto estado y luego roto en el mismo suelo junto a los contenedores. 
No pudo más, se agachó junto a la guitarra y se rompió también él. Lloró durante minutos sintiéndose completamente incapaz de parar. Recogió el instrumento defenestrado y volvió a su casa, dándose cuenta de que estaba a sólo dos calles.


-Hay un cargo en la tarjeta de crédito de su novia, señor Gurrea. -Dijo García.
-¿Sí? ¿Dónde? Dígamelo, por favor. tengo que encontrarla y aclarar todo este asunto. -Añadió suplicando Julián.
-No se lo podemos decir, el juez ha decidido decretar el secreto del sumario hasta nueva orden. -Sonrió García sabiendo el desagradable efecto que producía.
-Pero si me acaba de decir algo increíble... ¡hay esperanza de localizarla! -Bramó Julián.
-Se lo hemos dicho por si sabía usted algo al respecto ¿Ha usado la tarjeta de su novia últimamente?
-No. nunca, que yo recuerde.
-¿Quiere decir eso que pudo haberlo hecho y no recordarlo? -La sonrisa del Inspector seguía presente.
-¿Qué? -Julián se rindió. No podía hacer nada para que ese policía confiase en él.
-O quizás es que no quiere acordarse, ya sabe.
-No, no lo sé. Por favor, ayúdeme a encontrarla.
-Le seré sincero. El perfil de la señorita Cadirer es muy peculiar. Treinta y cinco años, ejecutiva de una multinacional con grandes ingresos y una educación de lo más exclusiva. No es el tipo de persona que deja su trabajo y su vida por una riña sobre unos cuadros...
-Ya se lo he explicado, no fue una discusión. Simplemente se fue al ver las láminas.
-Láminas dice ¿no? El caso es muy curioso. Usted no denunció la desaparición de la señorita Cadirer hasta hace dos semanas. Cuando ya habían pasado veintidós días desde que la vio por última vez ¿no?
-Sí. Al principio pensé que quería darme una lección...
-Interesante.
-¿El qué?
-Lo de dar lecciones, siga, por favor, señor Gurrea.
-Le llamé, mandé mensajes, intenté contactar con su trabajo, sus amigos...
-Sí. Su trabajo. Amigos, dice ¿no?
-Solía salir con los compañeros del trabajo. Una gente muy aburrida.
-¿Aburrida?
-Eso me parecieron, salí un par de veces con ellos y sólo hablaban y hacían bromas relacionadas con el despacho.
-Ya. Eso se llama complicidad entre colegas ¿Se sintió usted desplazado? ¿Celoso, quizás? Quiso darle una lección ¿no?


Llegó a casa justo cuando la silenciosa e inmóvil guerra de las sillas había parado. El Estado Mayor de ambos bandos decidió decretar el fin de las hostilidades por ese día. Julián, ajeno a las intrigas de la mesita del recibidor y el perchero, dejó las llaves y colgó su abrigo en los dos conspiradores, respectivamente, se descalzó y llevó la defenestrada guitarra hasta el sofá 
¿Por qué? Se preguntaba desde que la vio ¿Por qué la tiraron? ¿Por qué la rompieron? ¿Fue la misma persona? ¿Por qué le afectaba tanto? Las seis cuerdas seguían puestas, seguramente afinadas todavía, conjeturó Julián. 


Pasó la palma de la mano por el cuerpo, palpando entre los botones y el puente, el vibratto y las pastillas. No eran las originales, pero no eran malas. Su acabado anguloso no le disgustó. Justo al contrario que al mando a distancia, los celos fundieron dos resistencias de doscientos veinte ohmnios e incomodaron a varios transistores. La guitarra había sido usada con asiduidad, eso estaba claro. 
Era como una piedra de río, redonda y pulida. Debía encontrar al dueño ¿Por qué pensaba siempre en un hombre tocándola?


 Y preguntarle por qué la tiró y si la rompió él. Se convertiría en el detective del barrio. Por primera vez en años tenía algo parecido a un objetivo y una especie de plan para lograrlo. Se acostó en el sofá, acurrucado para no molestar a la guitarra y durmió hasta la hora de comer.


Comenzó por su propio edificio. Se dio cuenta de que sus vecinos puerta con puerta eran tan desconocidos para él como cualquier habitante de Singapur. Resultaron ser unos ancianos bastante activos. Formaban parte de la Asociación de Vecinos y no le costó mucho el que le insistieran en unirse a ella. Formó parte activa en el día a día del barrio, ayudaba a las viejecitas con sus enormes carros de la compra, encargaba brioches en la panadería, aunque no le gustaban, y se los daba a Pedro, el personaje alucinado que vivía al margen de todo entre ruinas y deshechos, en el descampado del número sesenta y tres. Pedro era mago. -Uno de verdad -Apostillaba siempre. -La magia existe, pero nos hemos acostumbrado a ella tanto que la tildamos de suerte, fatalidad o simple casualidad, según sea el caso -Decía. -Por ejemplo, el diez pasa con una falta de regularidad ejemplar ¿no? Si vas a coger el autobús y no viene, en vez de desesperarte, enciéndete un cigarrillo con calma, con ganas de saborearlo. Tras cuatro caladas, aparecerá. Eso es un acto mágico, estás haciendo un sacrificio, el tuyo, para acortar una espera incierta. 


Se acostumbró a la compañía de Pedro, y Pedro a la suya. Lo llevaba al bar de Juan y Amparo y le convidaba hasta que salían dando tumbos, jurándose amistad eterna. A veces se juntaban con Laura, la ex encargada del súper. Les aventajaba a los dos en edad y resentimiento contra el mundo. Más de una vez quedaban en el piso de ella para apurar la última, momento en el que Laura abría su cajita negra y servía unas generosas dosis de quitasueños, según ella, o polvos mágicos, según Pedro. Julián se despedía, deseándoles una buena noche e imaginando qué harían un mago indigente y una politoxicómana sexagenaria al quedarse solos. Indefectiblemente después de sus visitas al piso de Laura y ante la imposibilidad manifiesta de dormirse, Julián vagaba por el barrio, saludando a la civilización noctámbula que lo poblaba. 


Ayudó a unos jóvenes okupas a adecentar un edificio abandonado. Llevó a su casa, varias veces a rastras, al Jaume, el marido de la Puri, pues no encontraba ni sus propias pisadas después de gastarse la mitad de su exigua paga en anises. Sacó unas cuantas veces a Débora de un apuro con la policía y consiguió que la pandilla del Tomás, los Feroces, dejaran de amargarle la vida a Gimena, la mulata, antes de que su novio Yuri, un ex combatiente Georgiano tomara cartas en el asunto.


En su casa todo seguía igual. No movió ni cambió nada, al principio por miedo y más tarde por prescripción mágica. Se acostumbró a dormir en el sofá, junto a la guitarra, que cada día parecía más recuperada del fatal incidente, y en el despacho de Greta, encima de los papeles que dejó, llevaba sus anotaciones sobre los posibles destructores de instrumentos musicales. La lista pasó de una página en blanco a cientos de nombres garabateados en más de veinte hojas. Tachados en su mayoría y con distintas anotaciones marginales o letras capitales, a lo largo de los meses quedaron sólo dos nombres sin emborronar: Greta Cadirer y Julián Gurrea.


Me incorporo en el sofá y acciono el mando a distancia del televisor. No ocurre nada. Vuelvo a apretarlo, esta vez con más fuerza, apuntando cuidadosamente hacia la ventanita negra brillante. Sigue todo igual. Abro el compartimento de las pilas y las saco, las vuelvo a meter y las manoseo un poco. Cierro la pestañita y oprimo el botón de encender. No ocurre nada a pesar de la firme colaboración de las baterías, cargadas en un ochenta por cien y de muy buen humor por las caricias recibidas. 
Seguramente no harían nada interesante, me consuelo para dejar el mando en el sofá y levantarme arropado por la manta hasta la ventana. Las cortinas se estremecen al ser apartadas, como un perro acostumbrado a las palizas de su dueño y la ventana me deja ver el exterior. 
En el suelo, junto al contenedor de basura yacen dos láminas rajadas por la mitad, enmarcadas en aluminio con el cristal hecho añicos y una guitarra Fender Stratocaster rota en tres desiguales partes. Un coche azul se detiene en mitad de la desierta calle, baja una persona de él y recoge los tres desahuciados objetos, trasladándolos al maletero. 


Cierra la portezuela, enciende el motor y desaparece por la esquina tan rápido como apareció. Como por arte de magia.



Relato enviado por  Guillermo céspedes 
Gracias  Guillermo  por enviar tu relato ;) 

07 diciembre 2011

'LAS VUELTAS QUE DA LA VIDA' de Guillermo Borrás



LAS VUELTAS QUE DA LA VIDA

Me llamo John, pero en mi país de origen prefieren llamarme Juan desde el día en que un señor vestido para la ocasión, copón en mano, vertió cierta cantidad de agua residual en mi cogotera acunándome tan bíblico nombre para el resto de mis días. Puedo comer, tengo techo y pago mis impuestos, siempre que puedo, gracias a un trabajo en el que acabé por unos motivos que no viene a cuento narrar y del que he hecho un modo de vida a pesar de ser la causa de tres divorcios, tres pensiones y un alcoholismo crónico disimulado con dignidad de cara al vecindario; o eso creo. Sí, soy como imagináis…un tipo rudo, algo hastiado de la vida, barba de cuatro noches y dos grandes bolsas lilas bajo unos ojos melancólicos como el jazz que ahora mismo suena en mi grisáceo despacho destartalado vagamente iluminado por una anodina lámpara barata, a mi izquierda una botella medio vacía (no medio llena…) de Rack Paniels. 
A mi derecha un papagayo azul disecado, restos de Kleenex petrificados debajo de la silla y un ventilador oxidado en huelga perpetua colgado del techo del que pende una cuerda siempre socorrida llegado un mal momento…visto pantalón bombacho, camisa de rayas old fashion, tirantes monocolor y un sombrero estilo gánster colgado ahora en un perchero marrón ébano cortesía de la última mujer que compartió el asiento de atrás de mi Cadillac en una noche más de efímero amor carnal en lo alto de una colina con vistas a una gran ciudad cuadriculada iluminada de neones pastel, metáfora visual de esta vida cuadrada sin sentido, una rata apestosa acaba de pasar por encima de mis zapatos de piel pero me da igual porque estoy medio ebrio y por una vez que me decido a escribir, a sacar la mierda que acumulo dentro, no lo voy a interrumpir por culpa de un nimio mamífero roedor compañero de habitación al fin y al cabo…agh…ahora acabo de escupir hacia más a la derecha en mi escupidera de mármol negro obsequio de un diplomático ruso al que salvé el culo tras ser acusado de prevaricación y tráfico de influencias en la costa sur donde sus amiguitos snobs de los ayuntamientos, rellenos de botox hasta las nalgas y de dudable moral, especulan y montan orgías amenizadas por famosos cantantes pop que cobran lo que un fontanero en un mes de trabajo…es un esputo verde síntoma evidente de la corrosión alveolar con la que me autodestruyo compulsivamente porque esta vida es como un pastel de cartón, parece bonito y apetecible pero cuando le hincas el diente te das cuenta de que no te vas a comer nada…agh…. dice mi psicóloga (que ya ha probado el asiento de atrás) que debo expresar mi resentimiento vital, que me refugio en el trabajo y en ambientes sórdidos proyectando en este comportamiento noctámbulo una introspección originada en la infancia a causa de un trauma enquistado en el pozo oscuro de las emociones, por culpa de unos padres periféricos y ausentes que se mataron a trabajar para tirar adelante un humilde hogar de inmigrados del campo y que no entendían de pedagogías correctas o sostenibles…
Fumo tabaco negro compulsivamente y en realidad soy un corderito con piel de lobo, sí, exactamente como lo habíais imaginado, como en las películas donde actores de buena facha hacen el papelón, pero esos tipos posan y se van, dicen cuatro frases y vuelven a ser ellos mismos, yo en cambio, soy lo que escribo, un detective, un aventurero decodificador de enigmas, mercenario de la investigación al mejor postor, me pagan y callo o hablo según el grosor del fajo de billetes con el que compran mi ética; antes trabajaba en la policía, pero sí, lo habéis adivinado, me echaron por nervioso, métodos demasiado ortodoxos y tendencias autolíticas decía el informe burócrata de asuntos internos; lo sé, disparar a un gato no es la mejor manera de hacerlo bajar de un árbol, a veces no controlo mis impulsos (¿será el trauma infantil, coqueta psicóloga?).

Soy un tipo de acción, me va la marcha y me salto la ley si ésta encubre al ladrón, si ésta justifica lo injustificable…no quiero medallas, sólo otro trago de mi antídoto a la vida…y pensaréis que soy un fantasma si os describo cómo planté cara a una cuadrilla de hooligans británicos drogados hasta las cejas que quemaban contenedores y cantaban canciones de la tuna bastándome tan sólo de mi pragnum 9 cms traída de la última guerra en la que trabajé, porque sí, os habéis anticipado, después de que me echaran del cuerpo policial me alisté en una empresa de seguridad privada especializada en complementación logística y apoyo en combate de tropas occidentales en naciones orientales, el trabajo sucio, vamos; era por dinero, no creo en patrias gobernadas por acomodados fumadores de puros y organizadores de orgías pop, creo en el dinero y en obtener una retirada generosa en alguna isla del caribe donde beberme cuatro batidos con ron cada mañana, ir a pescar por la tarde y piropear a las nativas. Un jubilado con estilo. 

A mí, esta ciudad de muertos vivientes no me entierra, estas calles son el puticlub del que hay que pagarse el rescate para ser libres, sí…soy un idealista, y esa es mi norma de vida…como el jazz que suena, sí Charlie…tú sí que la soplabas bien no como esos mafiosos que vienen aquí a ofrecerme protección, panda de ignorantes. Cuando voy pedo la música penetra por mis oídos como una cascada de tonos multicolor, floto, nado, buceo entre notas policromadas, esencias que me llevan a otros mundos, aterciopeladas caricias de saxofón, acometidas percutivas, voces sensuales como los jadeos de las afortunadas invitadas a mi asiento de atrás… Era una tarde gris de un noviembre al uso, llovía, no mucho, lo justo para sacar del cajón mi querida botella de whisky aranés; tres sonoros golpes en la puerta; era James (Jaime) el Tiragujas, no me preguntéis porqué le pusieron ese apodo; el chaval venía nervioso, le temblaban las manos y sudaba a mares. -John, me envía Lucas Lucano para decirte que si en 24 horas no abandonas la ciudad ya puedes buscar un buen escondite, que te pillará y acabarás flotando como una rata en el puerto…
-Vaya con el mafioso este, así que ahora quiere deshacerse de mí el muy canalla…sabía yo que hacer tratos con estos carbonaras no era buena tinta para escribir… - ¿Tinta para escribir John? -Déjalo James, no tienes la culpa de no haber tenido acceso a la escuela secundaria y malversar tu post-adolescencia esnifando sustancias prohibidas con los consiguientes daños colaterales que ello ha causado en tu desarrollo cognitivo…quiero decir que esta gentuza nunca son de fiar, ya lo ves chico el palo que gastan…ahora mismo vas a Lucas Lucano y le dices de mi parte que no me da ningún miedo, que me paso sus amenazas por mis partes, que se persone aquí como un caballero para resolver este malentendido… Nada más salir James del despacho una potente luz verde proyectada desde el cielo lo cegó todo, como un tupido manto luminoso que nada bueno presagiaba…¿qué era eso?, ¿de dónde mandangos procedía?...creo que ya tenía el caso de mi vida, a ese espagueti reconvertido en chulo de playa ya le podían dar betún…vale, me lo estoy inventando todo…James salió del despacho y me quedé dormido al momento, malditos ansiolíticos. Me despertó el teléfono, regalo de otro diplomático lamesillas salvado de la hoguera por un servidor; era Tiffany, ¡oh! mi dulce muchachita, mi colibrí de ébano, mi linfocito… Tiffany, la única mujer por la que siento remordimientos cuando son otros labios los que saboreo, por la que el mundo tiene sentido cuando al despertar en una cama de la que no recuerdo la propietaria siento que debería ser ella la que ahí yaciera con un pecho al aire y carmín en la almohada; mi bombón tropical… siento que debería ser ella la que compartiera el zumo de vitaminas anti-resaca, la ducha caliente, el paseo por la playa, las tardes en la bolera,…sí… Tiffany es lo más parecido a un amor imposible. Hija de un acaudalado constructor y de una cantante de ópera cocainómana, ambos originarios de Samoa Central, nuestra relación no consumada se remonta a los años en los que yo trabajaba para su respetable padre, al que servidor, el mejor repartidor de ladrillos del distrito norte, no caía nada en gracia pues veía en mí un mal pretendiente para su sobreprotegida hija mayor, un paria bien aplicado en el trabajo pero mal encaminado en modales; claro, para una mente burguesa y conservadora es un agravio desposar a cualquiera de sus descendientes, encima la heredera primogénita, con un subproducto de las clases bajas, hijo de la calle. Pero nuestro amor, a todas un Romeo y Julieta en toda regla, un west side story, siempre ha sobrevivido a las injusticias impuestas por la impuesta coyuntura socio-cultural; Tiffany, con apenas veinte años fue entregada en matrimonio a un pijo arrogante de apellido rimbombante que la encerró en una jaula dorada con forma de casa con piscina y servicio, le hacía el amor (si lo había) por cumplimiento y relegaba a una vida social aburrida y tediosa basada en tardes de té y dominó en el club social, fines de semana solitarios por negocios del marido y que para cerciorar con saña el contrato matrimonial dejó preñada en dos ocasiones, fallidos intentos pues el poder de la mente es poderoso y Tiffany, mi lindo clavel dorado, no daría descendencia al engominado picapleitos de nombre pasteloso. Sí, es por ella que ahora brindo mi copa bajo esta luz mortecina de papel maché, lámpara Ifea modelo Färmstrong; es por ella que mi corazón da brincos cuando al descolgar el teléfono oigo su voz dulce, su susurro melancólico pronunciando mi nombre con el más sensual de los interrogantes… - Juan…¿cómo va todo? …bien, muy bien cariño…para ti siempre estará todo bien aunque me pierda por los callejones oscuros de la vida; te amo desde el primer día en que te vi, ladrillo en mano; llevabas ese vestido de verano estampado en flores; nos fuimos conociendo, primero poco a poco, tímidos los dos, después compartiendo los ratos posibles a escondidas de la vigilancia paterna; tratando que nadie se percatara algunas tardes nos íbamos a las afueras y pasábamos el rato charlando, riendo, jugando, despertando nuestra fresca juventud y nuestros rutilantes corazones; eres tú la única mujer por la que lo dejaría todo, y sé, lo sabemos, sabemos que el otro lo sabe, que lo dejaríamos todo y nos fugaríamos al lugar más recóndito para disfrutar de nuestro amor…pero hay algo, los senderos inescrutables de nuestras vidas, las circunstancias , que nos lo impide; tú dejaste a ese capullo desflorado y el mismo día que lo humillabas, como se lo tenía merecido, te subiste al coche y poseída por un ansia de libertad demasiado tiempo acumulada, desapareciste; deambulaste sin rumbo meses, escapando al galope como un caballo desbocado; de ciudad en ciudad te perdiste en las catacumbas de la civilización, anduviste los lugares más prohibidos, hiciste tu propia bajada a los infiernos con la que exorcizar tantos años de sutil pero eficiente represión patriarcal, ahogaste el anhelo de la niña que quería ser mujer en nieblas confusas y despertaste mujer entera, dueña de sus riendas, jinete solitario… y yo sin saber de ti temiendo que quizás no volvería a verte, lo dejé todo, fui en tu búsqueda y ahora ya saben los lectores cómo empecé en el oficio, siguiendo tu rastro de antro en antro, de fumadero en vertedero, preguntando, fingiendo ser el más rudo de los proxenetas, el tratante de mujeres con falso acento extranjero interesado en la más codiciada de las musas del placer de pago. Recorrí tugurios, pagué las copas a unas cuantas alimañas dignas del peor basurero, cambié de matrícula varias veces, incluso utilicé pelucas, todo ello para finalmente irrumpir con una recortada en cada mano en esa habitación lúgubre en la que un viejo con el miembro fláccido quería que le recitaras a Homero vestida de torero mientras un periquito teñido de rosa y atado a una mesa silbaba el himno de su equipo preferido de fútbol porque era lo único que se la ponía dura; con lo puesto salimos esquivando las balas de esa panda de matones de gimnasio que habiéndote engañado y retenido bajo amenazas se llevaban la mitad de tus ganancias; arrancamos el Cadillac (recién comprado entonces) que como había visto en las películas siempre hay que dejar aparcado delante del lugar del que habrá que salir con prisas, llave en el contacto claro; sin levantar el acelerador cruzamos el país hasta llegar a nuestra querida ciudad, directos al piso que te había comprado con los ahorros de miles y miles de ladrillos repartidos, situado en el paseo marítimo, primera línea de mar, como tú siempre habías soñado, mi bello rocío del alba… - Tengo que decirte algo juan… - Llámame John… - Vale John…no puede ser por teléfono…me paso por tu despacho en una hora… Rápidamente fui al lavabo a provocarme el vómito; en una hora Tiffany llamaría a la puerta (sí, lo habéis adivinado, la parte superior de la puerta es un vidrio translúcido con una inscripción en la que se lee: “John Garcia, Detective Privado”, algún gracioso había escrito con rotulador permanente justo debajo: Detective Mamado…jajaja…me parto, como su hueso encefálico el día que lo pille…) y el amor no consumado de mi vida no podía encontrarme espatarrado en la silla babeando de lado a causa de los tres somníferos que me había tomado tres parágrafos arriba. La melancolía me consume rápido, como un leño seco; soy consciente de estar rozando la obsesión; con lo que cuesta una caja de coñacs podría comprarme un kit entero de pinturas, caballete y pinceles y pasarme las mañanas de resaca plasmando en arte las inquietudes que acechan a este corazón atenazado. Pero no lo hago. Cuando llevas mucho tiempo navegando en los mares etílicos pierdes de vista la costa, los horizontes son iguales mires hacia donde mires y lo único que mueve el barco son los vapores del etanol corriendo por tus venas, inflándolas cual velas curtidas en mil tormentas; soy marinero de alta mar, macerado pirata oceánico sin rumbo entre olas burbujeantes, prisionero de caprichosas sirenas que con sus cantos me engañan no llevándome a ningún puerto…me siento poeta mecido por las olas, funambulista en la cresta que rompe y vuelve a erguirse tenaz tras sortear otro naufragio…

Pasan las horas, vasos vacíos a mi alrededor, un coleóptero preocupado por encontrar restos nutritivos entre mis archivos parece saludarme con sus graciosas antenas…sí…el coleóptero lo ve todo, percibe cada uno de los estímulos, no se le escapa ni una a este ser vivo… eso es lo que es, un ser vivo y nada más, no como muchos de nosotros que somos seres medio vivos, de tanto razonar medio perecemos arrastrándonos por el limbo de la inopia existencial…
Yo también tengo antenas pero me cuesta trabajo mantenerlas activadas… joder qué pedo llevo, mi cuello dirige arbitrariamente la cabeza que a duras penas sostiene hacia puntos inconcretos de este habitáculo, y, en una reacción en cadena previamente ensayada seguro, los ojos inevitablemente son dirigidos como resultado de este extraño e involuntario proceso mecánico hacia puntos de difícil enfoque visual…pican a la puerta…paso…no me da la gana que me agüen la fiesta…fiesta de los sentidos…marineroo….olassssss….burbujas… cucarachas fisgonas…bueno, no insisten…será algún cliente que previo pago adelantado pretende que le consiga evidencias irrefutables de que su hijo fuma porros o que su socio efectivamente se las ha pirado a alguna isla de bello topónimo con el maletín rebosante de dinero negro…pues te jodes, así son los negocios… …no sé cuánto rato habrá pasado…mucho, poco, algo, nada,… estoy sin tabaco así que bajo al colmado que llevan unos suecos muy majos a por provisiones; cuando me dispongo a salir veo que alguien ha depositado una nota por debajo de la puerta… “Juan, unos alienígenas han invadido la tierra, llámame en cuanto puedas. Tiffany.” Vale, me lo he inventado; cuando me disponía a salir, había la siguiente nota: “Juan, he venido, he picado a la puerta, te he llamado; sé que estás ahí, oía tus resoplidos…. Llámame en cuanto puedas. Tiffany” Vaya, qué desastre… Lo primero que pienso es en masturbarme pero decido no hacerlo pues con ello mancillaría a través de una ineludible asociación de hechos-ideas-coyuntura temporal mis sentimientos hacia Tiffany; concluyo que es un mero impulso sexual proveniente de mi ansiedad, antojos del biorritmo, yo qué sé…aplazado el momento onanista, cuando por fin salgo de mi habitáculo me encuentro al otro lado del pasillo al mismo Lucas Lucano; no salgo de mi asombro, el mafioso habiéndolo percibido se dirige hacia mí con una medio sonrisa de soplamierdas total y con paso John Wayne cutreras me invita a entrar a mi despacho a lo que le respondo que soy yo quien le invita a pasar, que arreglaremos cualquier malentendido con unos tragos de Snifford… -Te tengo aprecio John, lo sabes; confío en ti, John, lo sabes…¿no? -¿Qué quieres Lucas? -Olvida lo anterior, lo que te he dicho a través del Tiragujas… -¿…? -Tengo una propuesta, te va a interesar…mira, esto queda entre tú y yo, nadie más lo sabe; es digamos… un negocio redondo, totalmente novedoso… -Cuánto misterio; me estás intrigando…a ver, ¿dónde está la trampa Lucas? -No, no…no hay trampa ni gato encerado.. -Encerrado Lucas, encerrado… -Mira, la situación ha cambiado, la situación mundial, internacional, la de todo el planeta John, sí…para siempre… -No sabía que ahora te metes la mierda que vendes Lucas… -Jajaja…el sano de John…mira, seré claro y conciso. Supongo que estarás al corriente de lo que viene sucediendo desde hace unas 24 horas en todo el planeta, -A ver, infórmame… -¿No te has enterado? ¡Nos han invadido John!, sí, los bichos verdes con antenas jajaja…has estado navegando ¿eh?, marinero borrachín…no te has enterado de una mierda…ovnis, alienígenas…todo se paró, luz verde, naves en cada ciudad, gobierno k.o, militares k.o, todo paralizado, ahora gobiernan seres venidos de otra galaxia…mira es muy fácil: nuestros nuevos dueños han venido a por una cosa: mano de obra, y nosotros tenemos que conseguírsela; negocio redondo. Nos perdonan la vida a cambio de llevarles carne humana, ¿qué te parece? -Ya… -Mira fuera de la ventana John, mira y verás lo que te estoy contando. Era cierto; no sin esfuerzo desbloquee las persianas oxidadas, primero miré hacia arriba y vi el cielo que no era azul, había mutado a verde, un verde pastel; luego miré hacia la calle y efectivamente en medio de la plaza en vez de los habituales personajes, jubilados alimentadores de palomas de día y seres de polémica reputación de noche, ahora se hallaban distribuidos en grupos de dos y separados entre sí por una hilera de personas una especie de vehículos elevados a un metro del suelo de cuyos techos a través de una ranura emergía una horrible criatura semejante a una lombriz provista de armadura, de unos 3 metros de altura, parecía la encargada de distribuir a los enfilados humanos hacia uno u otro vehículo. Me quedé petrificado, el pedo se me pasó al instante. Cada lombriz haciéndose valer de un palo con soga retráctil separaba según género, edad y altura a la persona que coincidía con su criterio y con un rápido ademán la introducía dentro del vehículo… ¡qué fuerte!...las personas enfiladas no emitían ninguna queja, no ofrecían ningún tipo de resistencia, estaban como hipnotizadas, cabizbajas, sumisas, cual borreguitos hacia el matadero; una imagen dantesca digna de cualquier film ambientado en la Alemania nazi. -¿Dónde hay que firmar?- le dije con cara de pasmo a mi nuevo socio. Lo siento esto no va a ser la típica historia en la que a partir de ahora la prioridad del protagonista masculino pasa a ser el rescate de su amor esquivando las más inverosímiles adversidades, recuperando a su media naranja imposible de entre el caos apocalíptico, matando alienígenas en plan machote para acabar con un plano secuencia con beso de tornillo en primer plano y la Tierra arrasada de fondo. No, el relato continúa con que acepté la propuesta de Lucas Lucano, visité la nave nodriza de nuestros nuevos aliados sapoformes y les juré obediencia y fidelidad a cambio de librarme en cuerpo y mente de trabajos forzosos en el planeta Uashipeich para el resto de mi vida a 200.000 años luz, donde las temperaturas nocturnas alcanzan los -180ºC, de día hace un calor asfixiante bajo una atmósfera marrón-glacé casi irrespirable, aunque lo bonito son los cuatro satélites que orbitan uno tras otro y confieren al paisaje cierta lisergia propia de un videoclip de Pink Floyd en su primera época. Tras unos meses en cumplimiento del deber en la Tierra como suministrador de mano de obra, conseguí mi licencia para poder establecerme en Uashipeich como un ciudadano terrícola más, emigrante asentado de pleno derecho; he de decir a favor de nuestros huéspedes que siempre he sido muy bien tratado sin percibir por parte de los nativos comportamientos racistas ni comentarios despectivos hacia mi origen, credo o aspecto físico. Mi integración en la sociedad klungui (nombre con el que se autodenominan los habitantes originales del mentado planeta) es casi total; gracias a los beneficios que me reporta mi puesto en la oficina central de la compañía de suministros humanos (C.S.H) como supervisor máximo, he tenido acceso a estudios becados en la universidad central planetaria (U.C.P) pudiendo cursar la carrera de Misterios del Universo en la que aprendo muchas de las claves a las que antaño, en mi vida terráquea, me hubiera sido imposible acceder debido al sometimiento cultural, religioso y social en el que vivíamos. Por poner un ejemplo, comentaros unos hechos que de haberse conocido en su momento hubieran supuesto la desintegración, el derrumbe de los pilares sobre los que se sostenían nuestras creencias, historia y mitos. ¿sabíais que el pueblo klungui anteriormente a la citada invasión ya había realizado incursiones en la Tierra?, sin ir más lejos, bueno un poco sí, el hombre al que los humanos denominábamos Jesucristo no era otro que un enviado klungui que tenía como misión sondear el terreno y enviar informes detallados sobre características tipográficas, flora, fauna y todo tipo de información sobre el planeta; de hecho la palabra Jesucristo viene del klungui Je-Shu-Jrist que significa en dialecto norteño “al ataque”, e INRI significa “volveremos”; no puedo más que sonreír al recordar libros y películas como “El Código da Vinci”, o los discursos del Papa, o las tertulias en programas radiofónicos de misterio, o las webs esotéricas, o las películas de Hollywood,… En fin, espero que hayáis disfrutado con este relato. Ahora soy una persona sana, no bebo, no fumo, como tofu (una especie de cuajada vegetal un poco sosa pero muy nutritiva) y sonrío feliz a la vida por las oportunidades que ésta nos brinda, sonrío al destino porque nunca uno sabe hacia dónde se dirige su humilde camino y personalmente me siento afortunado; sonrío al amor que me ha dado dos transklunguis preciosos, han salido clavados a los abuelos, ¡oye!. Y en los momentos tristes recordad que hay un futuro mejor quién sabe dónde en algún lugar del universo. ¡Saludos!, como dicen por aquí: vutrwhe n gtrwhmn gpuhtewnc





Relato enviado por Guillermo Borrás
Gracias Guillermo por enviar tu relato ;)

30 noviembre 2011

'¡Aquí no Queda ni Dios!' de Boris Miranda

¡Aquí no Queda ni Dios!
¡No pierda  su tiempo leyendo mi puerco relato, no sea imbécil! 
¿Se sintió ofendido?, ese fue mi principal objetivo. Quería hacerle entender el poder de la escritura, un poder tan fuera de sitio,  que  lleva al ser humano a sentir un sinnúmero de emociones. 
Por ejemplo, cuando leí a Don Quijote, pensé que Cervantes no fue parido en este planeta, porque su enorme ingenio causó en mí una sensación tan próxima a la eyaculación. 
Sin embargo, en los supermercados he podido ver tapas de revistas que hablan de cosas como: la última moda en los escaparates en Paris, tal burguesito perdió libras o fue encontrado fornicando con la mujer del prójimo, el zapato más ¨del putas¨ en Hollywood, etcétera la verdad que se me vienen dos emociones (palabrita que va de la mano con la escritura) en mi torcida mente. 
Primera, que se tratan asuntos muy superficiales y de vanidades muy típicas en el humano. Segunda emoción, yo pienso que esas revistillas de pacotilla, son más aburridas que las misas de los domingos.  Personalmente me seducen los grafitis, como aquel que vi en las paredes de una iglesia en la andina Latacunga que decía '¡aquí no queda ni Dios!'
No me puedo imaginar la reacción del cura o de la monja que lee eso todos los días con cara de asco. Seguro pensará lo que dijo mi padre 'los que hicieron esos, son unos fumados' aunque hay otros escritos de otras índoles. 
Por ejemplo, los relacionados a levantamientos populares, anti taurinos, etcétera llegando a la conclusión de que en Ecuador se escribe en las paredes a diestra y siniestra. Indudablemente, los escritos más graciosos los encuentras en los baños públicos en cualquier parte del mundo. 
Casi todos van de la mano con dibujitos de vaginas, penes de tamaños poco creíbles, y mensajes algo así: Laura es una puta, Pepe es gay, llámame al # 2394944 para practicar sexo oral, etcétera. 
Aunque la escritura, con sus grandes representantes, han tenido contradicciones. 
Por ejemplo, Charles Marx escribía para la clase proletaria, pero sus complejísimas escrituras embarradas de teorías económicas, sociológicas, históricas y filosóficas que las hacían difíciles (y las hacen) de entender para la mayoría de los obreros del mundo. 
¿Dónde quedan los personajes que solamente quieren escribir sin faltas ortográficas cuando quieren captar a una chica o para aplicar a un empleo?  ¿O los que les da por escribir cuando están bajo los efectos de alguna droga? ¿Y los que escriben con la zurda? De ese tipo de escritores y célebres puedo mencionar a: Mark Twain, Fidel Castro, H.G Wells, Simón Bolívar, Einstein y mi persona (aunque yo no sea ni célebre y peor un gran escritor). 
El desconocimiento de la escritura le ha arrebatado el pan de millones de infelices, porque el porcentaje de analfabetos en los países más miserables y hambrientos, es para meterse un tiro en la sien. 
Si tuve que utilizar ejemplos duros y otros bastante suaves y sensatos, fue para demostrarle que la escritura se mueve en todos los ámbitos. 
Incluso, cuando usted fallezca y alguien tenga que escribir su nombre sobre su tumba, ¡amén!


Relato enviado por Boris Miranda  
 Gracias Boris por enviar tu relato ;)

23 noviembre 2011

'El color de mis días' de Piedad


El color de mis días

Desde bien chiquita  etiquetaba los días de la semana con colores. Los lunes normalmente eran verdes, comenzaba la vida adormecida por el azul claro de los domingos, lunes seguidos como siempre del rojo intenso de los martes; los miércoles solían ser dorados por la concentración de grandes oportunidades dormidas a la espera de los fluidos jueves, que asomaban lentos, con su profundo tono añil. Que contar de los viernes, asaltaban de pronto en mi vida mostrando todo aquello que anteriormente soñaba durante la colorida semana, su color amarillo intenso irrumpía en mi interior, abriendo las compuertas contenidas, dando paso al majestuoso sábado impregnado de color y aroma; era el único día de la semana que no tenía un color definido, variaba como cambiaba la marea, suave y lentamente siguiendo ritmos invisibles. 

¿Cómo contar lo ocurrido?, cómo expresar la incertidumbre de esos meses en los que el color de mis días, de pronto,  cambiaba a merced de algo que nunca había sentido...

Todo comenzó bajo la cálida suavidad del color verde de los lunes, como casi siempre me despertaba con tiempo suficiente para no tener que correr y comenzar la semana estresada, era hermoso despertar en los lunes, mi cuerpo descansado del fin de semana se mostraba ágil y feliz por incorporar de nuevo la disciplina que le permitía sentirse firme y seguro.

Ya al despertar algo me  hizo sentir extraña, notaba  el rojo intenso en mi piel de los martes, pero el calendario me indicaba una y otra vez que estábamos a lunes, mi mente quería traer el verde cálido, pero en su lugar la fuerza juguetona de los martes irrumpía haciéndome sentir inquieta y a la vez intrigada, no sabía a qué se debía ese agradable e inusual cambio en el recién estrenado lunes.

En casa, mientras desayunaba y aseaba mi cuerpo adormecido, podía controlar la fuerza de mi querido rojo martes, pero una vez fuera, en la calle, mientras esperaba al autobús, mis pensamientos volaban a zonas desconocidas y misteriosas, sentía que algo dirigía las secuencias que pasaban por mi mente, me mostraba un rostro sereno y desconocido para mi, con una voz dulce y templada que susurraba mi nombre, acariciaba mi piel y rozaba mis labios haciendo que estos emularan un beso, mi cuerpo respondía a caricias invisibles que me hacían sentir desnuda en plena calle ante la mirada de la gente.

Como  una autómata  iba realizando movimientos rutinarios aprendidos día tras día,  nunca antes fui tan consciente de lo robotizados que estamos, de cómo la mayoría de nuestros actos no son sino simples repeticiones que escapan a nuestro verdadero control, como pasamos por las horas inventadas de un reloj que nos marca la agonizante perdida de  un tiempo inmortal. Nunca antes fui tan consciente de la gran mentira en la que nos encerramos.

De pronto, la voz dulce y templada se dirigió a mi haciendo unas extrañas preguntas, "¿Acaso no me pediste que viniera?,  ¿Porqué pones tanta  resistencia a sentirme?, ¿Porqué no quieres abrir los ojos y reconocerme?". ¡Estaba  despierta!, estaba en la calle, yendo al trabajo, me chocaba como siempre con ciento de personas adormecidas en el metro, con caras serias y grises, ese color por cierto, nunca entro en mis días, nunca le di paso. ¿Cómo que tenía que abrir los ojos, a quien tenía que reconocer?

La mañana transcurría lenta y a la vez con la sensación de estar precipitándome a una parte de mi misma que durante mucho tiempo ignore de su existencia. El trabajo se realizaba prácticamente solo, mis compañeros no apreciaron nada raro en mí, pero yo si en ellos. Veía sus rostros dormidos, sus voces muertas en un mar de silencio que no transmitía la vida que poseían. ¿Era yo una más de estos seres etiquetados y dormidos que ambulaban día tras día por la ciudad? ¿En qué momento se nos olvido ser felices?  ¿Donde habíamos aparcado nuestras vidas, donde nuestros sueños?

Volviendo a casa, buscaba dentro de mí el orden que hasta el día anterior me había servido, no estaba, mí interior era una marea de preguntas sin respuestas, la voz templada que me sustento toda la mañana desapareció a fuerza de negarla, y fue duro sentir que su ausencia abrió un agujero en mi interior que anteriormente no sentí nunca. Anhelaba la calidez de mis lunes, con sus acogedores brazos verde cálido.

Una vez en casa, después de una ducha reparadora, me detuve a sentir, me permití de nuevo traer a mí su cálida y templada voz, su angelical rostro. Cerré los ojos y fue cuando pude verlo.
Se mostraba a mí libre, sin forma, pero podía sentirle como algo definido, sería por su belleza, o por el Amor que transmitía su voz, realmente estaba ante mí  lo que tantas veces había pedido. El tiempo no existía, pude ser testigo de la gran inmensidad en la que estamos, de la que formamos parte, de lo que somos. Nos fundimos en un todo que no preciso de nombre, sentimos la unión de todos los seres que día tras día ambulamos sin sentido, sin consciencia de lo que somos realmente y pude ser todo y nada a la vez, no había deseo, no había ausencia, ni culpa, ni pena, ni dolor, solo la gran inmensidad del Amor, de ese sentimiento que confundimos tantas y tantas veces. Me atreví a reconocerle, a reconocerme.

Después de ese momento, de ese breve instante en que la eternidad se mostró ante mí y en mí, el color de mis días se transformaba a merced de un inmenso aroma de paz y calma instalado desde entonces. No me hizo falta etiquetar más los días previamente antes de su llegada, como tampoco etiquetaba o juzgaba lo que acontecía ante mí, me permitía vivir libremente sin dar nombre a lo innombrable, sin analizar todos los actos que protagonizaba, sentía  o veía.  Respetaba cada situación como la única, no había un podía, debería... todo era, sencillamente ocurría y era aceptado.

Relato enviado por Piedad  
Gracias Piedad  por enviar tu relato ;)

22 noviembre 2011

Reyes magos y otros misterios navideños


Reyes magos y otros misterios navideños

Hola amigos, en estas fechas es normal que nos asalten muchas dudas ante los grandes misterios navideños, porque aunque nos creamos adultos, realmente nos han quedado en el subconsciente preguntas sin resolver.

-¿Por qué pegamos a un tronco con un palo  para que cague turrones? ¿son turrones aglomerados? Es más ¿venderán turrones en el ikea? tendrían  tres sabores: 
turrón Bengue de chocolate, turrón macizo con almendras y turrón con tornillos scronjol

-Otro misterio es ¿Cómo viste Papa Noel el resto del año?  ¿le pasa como Espinete que iba desnudo pero se ponía el pijama para dormir?

-¿Por qué hay que poner una figurita cagando en el belén? ¿tenemos que poner también pastores que vomiten la última bota de vino apoyados en una palmera?

-¿Por qué los son magos los reyes? Seguro que alguien dirá ‘Porque están en muchos sitios a la vez’. ¿Realmente eso es magia? ¿Eso convierte a Jesus vázquez en Mago?

Además es curioso cómo cambian en matices de un pueblo a otro, la escala cromática de su piel,la longitud de las barbas, bueno es lo que tienen los reyes, ya que no se sabe por qué siguen siendo de la realeza ...

Y este señores y señoras es el autentico misterio de la navidad. Es como preguntarle a Heman dónde ha estudiado para sacarse el máster del universo.

Indagando un poco más en el asunto de los Reyes magos
¿Tienen descendencia?
¿Existen los príncipes Magos?
¿Existen las Reinas?
¿Son magas también?

Conozco a más de uno no le importaría que en medio de la noche una reina maga le fuera a dejar un regalo.  Y si por una de esas casualidades, se diera el caso que como quien no quiere la cosa hubiera estado despierto... agazapado en la oscuridad cual felino vigilando a una gacela esperando el momento justo para abalanzarse a la presa...
Y claro una vez destapada la trampa ya es el momento en que  la Reina dice...
'uy!! no no no! este año has sido un niño muy malo....' y ahí empieza a sonar la música... y los gemidos...
Ay perdón, creo que me he confundido con una película... ‘Las reinas majas’ creo que se llamaba... con un giro inesperado al final...

Volviendo al asunto en cuestión, resulta que los reyes magos pueden ir a cualquier sitio del mundo en el mismo instante pero no se sabe la razón, parece ser que están mas presentes los países latinos.
De hecho recuerdo que en una entrevista de Eduardo Punset le preguntaba a un experto en física cuántica americano cual era su teoría sobre la aparición de los Reyes magos en múltiples sitios al mismo tiempo y el experto que no conocía a estos personajes le pregunto más información.
Entonces Punset le explicó que era una tradición de los países hispanohablantes  y que son unos reyes que van con su séquito y entran en las casas para dejar paquetede la gente... y entonces el experto dijo …. aaaah of course !! the latin kings!!! y punset le dijo no no no!! the magician kings!!

Bueno,¿Cuando sabremos si nos encontramos con un Rey mago? Si os parece vamos a repasar los puntos característicos de los Reyes magos para que no haya dudas:
  • Son tres y se llaman: Melchor, Gaspar y Baltasar se desconocen apellidos, linaje, parentesco y reinado....
  • Tienen Coronas: como cualquier rey que se precie, menos los Borbones.
  • Tienen Capa: como los superhéroes: como Superman, como Batman, como Spiderman cuando tiene frío...
  • Tienen Barba: a excepción de Baltasar (que por cierto todo el mundo sabe quien es Baltasar pero no los otros... que si melchor es el de la barba rubia....que no es el de la blanca...en este caso concreto y sin que sirva de precedente para identificar a la persona por el nombre podemos decir que Baltasar es un blanco perfecto)
  • viajan en Camellos: que tienen que ser camellos con agallas. con muchas agallas vamos. Camellos anfibios para poder  atravesar los mares y océanos...
  • Tienen Pajes: Que les hacen el trabajo duro. Que por lo que se dice sólo trabajan pajes ‘hombres’, ya que las mujeres se negaron a feminizar el nombre.
    Es por esto que Nadie quiere oír: ‘Eh!! Mirar!! Ya vienen los reyes magos con sus pajas reales!!’ no.... imaginaros que lo ponen en su curriculum. un hombre entra en un bar y lanza su caña para ver qué pesca. y suelta la frase:
    - ¿estudias o trabajas guapa?.
    - Trabajo, soy una paja Real...
    - Sí que lo eres, sí...
  • qué más: traen Regalos: existen tres opciones: el regalo deseado, el sucedáneo o marca blanca y carbón que normalmente es de azúcar. Porque ¿existe el carbón para diabéticos? ¿un Carbón sacaroso...?
  • Carrozas: a parte de que lo sean, viajan en ellas y también sus pajes.
    Si ves una cabalgata en la que por cierto no hay caballos... verás que las carrozas están fuertemente protegidas por los pajes. parecen niños, inocentes criaturas pero en realidad son militares formados y preparados para la guerra. Dicen que si no has estado en la legión no puedes ser paje, es un requisito de PajesJobs para dejar el currículum.

    Si te acercas a la carroza te tiran caramelos, pero para que te los comas lo hacen a maldad. Tiran a dar. y si es en el ojo premio...  

Una cosa es cierta, con la llegada de Internet  a nuestras vidas, ya no sabemos escribir cartas... Bueno... pues estas tradiciones ancladas en el pasado nos llevan a preguntarnos. ¿por qué no se han actualizado los Reyes Magos y se crean por fin una cuenta de correo electrónico en hotmail? que es gratis por si no lo sabían.

Podemos plantear que se monten una línea 902 para atender llamadas, con un buzón de voz del tipo: en estos momentos todos nuestros pajes están ocupados, por favor permanezca a la espera y sea bueno que si no, no habrá regalos.pulse 1 para pedir su regalo, 2 para denunciar el allanamiento de morada del 6 de Enero, para hablar con un paje por favor espere...

También podrían crearse una cuenta en Facebook o Twitter. así sabríamos  que hacen el resto del año. porque trabajar ...lo que se dice trabajar... trabajan menos que el sastre de Tarzán...
Así leeríamos actualizaciones  del tipo:

Melchor le enviado un Toque a Gaspar
Gaspar le devuelto el Toque a Melchor
Baltasar comentó el estado de Melchor: “Pelea!!  Pelea!!”
A Baltasar le gusta el estado de Gaspar: “Tengo mal el ojo pero tendrías que ver cómo quedó al otro”
A Baltasar le gusta el Humor negro.
“Melchor ha sido etiquetado en el  Burger king“ : Título de la foto ‘Visitando a mi primo”

“Cansado después de la planificación para este año. Ha sido una dura reunión de pajas”

Pero de entre todas las dudas siempre he tenido una ¿puedo enviarle un Burofax a un Rey mago?
Puede parecer gracioso, pero cuando envías la carta a los reyes no tienes la certeza de que le haya llegado.a veces la confirmación la tienes el día que vienen y te dejan calcetines en lugar de lo escrito en la carta y dices: una de dos o no la han leído o se ha perdido...

Porque eso es otra, con la cantidad de cartas que reciben, que para leerlas tienen que hacer como la guardia civil en la frontera con Andorra parando coches con un claro patrón matemático: el pito pito gorgorito...
y ¿los buzones cómo tienen que ser? como para poder recibir todas las cartas del mundo, y eso sin contar cartas de los bancos, propaganda, facturas del móvil,  las cartas de los pajes... etc...

Esta claro que todos mantenemos la ilusión de que llegue ese día para dejar nuestros calcetines al lado del árbol de navidad o del belén. Y les ponemos las típicas galletas, la leche... hay gente que les pone licores... y llegados a este punto, creo que les estamos llamando borrachos en su cara. Porque hay casas en las que en vez de ponerles un vaso de leche al lado del microondas para que la puedan calentar y hacerse un cola cao, y poder mojar las galletas, pues no!!, le plantan la botella de anís del mono o wisky 12 años y encima dicen “es que es por si vienen cansados del viaje para que se recuperen”
Pero de qué van a recuperarse, si aún están relamiéndose de la copa de coñac que les han puesto en la casa del vecino. Que llegan a la quinta casa y ya no saben si tienen que dejar regalos o usar el servicio para evacuar...


Para finalizar y con esto termino, un consejo muy importante.
Si un día veis un camello de rey mago y os ofrece algo simplemente decid: no.
Muchas gracias.