05 marzo 2012

'Humo de despedida' de Saine de Beauvoir



Y de repente, abrí los ojos y allí estabas tú. Envuelto en sombras, apenas podía adivinar el trazo
de tu contorno, pero veía tus bordes y hasta creía escuchar el sonido de tu voz. Al poco acabé
volando por el cielo de tu boca, jugándome la vida, robándote los gramos de oxígeno de tu piel
por cada rincón oscuro. Y te seguí, persiguiendo tú luz en la noche, perdiéndote entre mis manos
en la madrugada y comiéndonos al alba en mi cama. Te llevo en mi cabeza, como el que lleva
un sombrero, te devolví a los bolsos de los que te arranqué y me respondiste mordiendo cada
uno de mis sentidos.
Sin apenas darnos cuenta, convertimos en rutina el desayunarnos cada día al amanecer junto a
un café, aderezándolo con un par de melodías y algunos pedazos de sueños indomables.
Dibujando una sonrisa con los dedos en las esquinas de cada bar, en la espuma de la cerveza o
en el humo de cada noche en mi sofá, trasnochando entre palabras solitarias. Nos hemos
regalado momentos con fecha de caducidad, olvidando la caída inevitable de los días en el reloj
de mi vida, intentando secuestrar cada segundo.
Quizás fue el destino, la casualidad o el caprichoso deseo de probarte lo que nos hizo
encontrarnos y que me atraparas, o más bien, fueron tus aditivos. Sin apenas poder evitar la
fuerza gravitatoria que me arrastraba a tus labios, te he llevado directamente entre mis dedos en
infinidad de ocasiones… mi lengua en tu boca y tu aire recorriendo mis pulmones… y que tenía
tu veneno me pregunto, que me quita la vida pero me hace viajar entre botellas de alcohol,
varias chustas de polen y besos furtivos en cualquier banco en el que nos hemos encontrado.
A pesar de saber que aquello acabaría mal, me adentré de lleno, sin temor a por dónde saliera el
sol mañana, porque tal vez no salga, los reyes son así de caprichosos. Aprendí a través de
impulsos eléctricos a saborear unos cuantos minutos de tu voz varias veces al día, sin olvidar un
par de mensajes antes de dormir. Recuerdo aquella ocasión en que te quedaste dormido sobre mi
pecho, todavía tengo la marca, tu mirada es de fuego. Recuerdo cada vez que hemos hablado de
la dulce locura en la que nos habíamos embarcado, el sabor de tus labios, mitad arábico, y la
pasión de tu cuerpo, mitad occidental. Sin embargo, si te soy sincera, algunas noches desprecio
tu aroma en mis sábanas y los despertares contigo a mi lado. Te extingues cuando tu luz alumbra
más que nunca, abrasando mi alma en ella…
Ensangrentados mis ojos se quedaron después de las ostias que nos dimos en nuestra última
despedida. Aquel día estuve escondida, entre el humo de la noche y de los besos deambulantes,
flotando entre ríos de sudor y sal con algunos restos todavía de alcohol; todo quedó en un
silencio carnal, solo roto por el ruido de un par de coches circulando cerca de la plaza. Dejamos
esparcidas por las calles gramos de pasión y bajo cenizas quedaron millones de preguntas sin
responder, buscando tan solo la claudicación de  mis deseos junto a ti a los pies de mi cama.
Ayer te dejé olvidado en mi mesita de noche, no te marches, solo quiero encenderte y mostrarte
la luz de la luna de algunas madrugadas. Voy a hacerte temblar como si fuera la primera vez,
como si fuera a largarme y tú no quisieras, bañando todo con los sabores escondidos en los
rincones de tu piel.
El lunes te pedí que me agarraras fuerte la mano porque necesitaba aire en el pulmón de la
tranquilidad de tus labios. El tiempo durante unos minutos se detuvo para esos dos desconocidos
tan familiares sentados en mi cuarto, pero te acabaste ante mi. Ayer todavía cerraba los ojos e
intentaba dibujar en el aire tu silueta con mis manos, intentaba recordar el veneno que me has
dado y el volver a perder mis dedos buscando sueños en el infierno de tu cuerpo. Echo tanto de
menos
nuestras noches bañadas de acordes que empezaban al alba y no acababan
hasta bien entrada la noche. Antes nos adentrábamos sin rumbo en el mundo
que fabricábamos cada amanecer solo para nosotros.  Olvidarte? lo intento, pero es tan difícil …Has aparecido con alevosía en tantas de mis madrugadas, sin faltar a ninguna cita si yo te
solicitaba. Excepto aquella ocasión en la que tuve que ir a buscarte a horas intempestivas a la
gasolinera, escapándote ágilmente del lugar más oscuro, apareciendo como una luz entre la
bruma espesa que humeaba. Te había dibujado una vida, trazado preocupaciones y pintado
esperanzas; sabía a qué te dedicabas, cómo te gustaba pasar las tardes muertas de domingo y las
vivas noches de los viernes. Conocía el color que maquillaba tus días, el libro que alimentaba
gran cantidad de sueños errantes y la música que danzaba en tus oídos. No había ningún detalle
que me fuera oculto.
Hoy estoy sola en mi cama buscando un hueco libre donde perderme en mis pensamientos. Odio
cerrar los ojos y verte, como si algún poeta desdichado te hubiera colocado ahí en ese instante
premeditadamente, en ese preciso lugar para que yo te viera. Odio seguir perdiéndome en tu
aroma cuando lo descubro por la calle en manos de una desconocida, mirándome fijamente
apenas a un par de metros de mí, mostrándome la vida escondida en el fondo de sus pupilas.
Odio el enorme vacío que dejó tu cuerpo en mi cama y el aire puro de tu ausencia en mi
habitación cuando no estás entre mis sabanas.
Estas líneas nacen como disculpa o tal vez como despedida por enrredarme en el lío de otro,
entiéndeme, tu hogar tradicional por culpa de “los de arriba” ya no es asequible para alguien
como yo, o más bien, para alguien de pocas monedas en el bolsillo. Aún y así espero dejarte
para siempre a ti y a todas tus variantes algún día, por el momento seguiré encendiéndote
cuando me apetezcas y apagándote antes de entrar en las cafeterías, restaurantes, zonas
hospitalarias o escolares. Siempre nos quedará mi cama, o quizá no


Relato enviado por  Saine de Beauvoir
 Gracias Saine por enviar tu relato ;)

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