19 enero 2012

'¡Qué vueltas da la vida, profesor Márquez!' de Jon C.


12 de Agosto de 2002
El profesor Márquez se esmeraba en los últimos retoques. La causa de sus desvelos se presentaba ante él por fin, lista para deshacer el mal, presta para traerle el descanso. Ese ingenioso artefacto iba a permitir al profesor pasear por el tiempo con la placidez de quien lo hace sobre hierba fresca. Pasear hacia delante para descubrir… Descubrir en el futuro lo que el género humano daría de si en aspectos tecnológicos, sociológicos, políticos… Pero la intención inicial del profesor no era mirar hacia delante precisamente. Si el futuro le permitía ver, el pasado le ponía en bandeja evitar.
La vida de Márquez giraba en torno a ese verbo desde hacía 40 años. Desde que amaneció en su privilegiado cerebro la idea de construir una maquina del tiempo, hasta que ajustó el último tornillo de su cromada carrocería, el único objetivo en la vida del profesor se convirtió en evitar la muerte de un hombre.
Cuarenta años antes de dar a sus sueños forma de máquina, un joven recién doctorado profesor Márquez experimentaba junto a sus compañeros de facultad los efectos de la ingesta masiva de bebidas alcohólicas junto a la inhalación de opiáceos, durante la fiesta de fin de carrera. Pero el destino a menudo se presenta como un pésimo jugador de ajedrez, que entrega su rey en un movimiento nefasto teniendo la victoria en la palma de la mano. Así fue como perdió Márquez. La prometedora carrera de un brillante ingeniero al que se le abrían las puertas del éxito, quedó en el camino como el pellejo seco que muda una serpiente.
Al regresar a casa tras la fiesta en aquella noche lluviosa, dando bandazos con su furgoneta, no llegó a ver a tiempo a aquel viejo, desmadejado en medio de la carretera con la sombra de la muerte asomando por sus ojos. Márquez nunca llegaría a olvidar la expresión de aquella mirada; pues donde debió haber miedo, solo había desconcierto…. duda.
Después solo un ruido ensordecedor, y un cuerpo roto.
Márquez no pensó en bajar del vehículo ni un solo momento. Todo le parecía un mal sueño. El miedo le hizo vomitar dentro de la furgoneta hasta llenar sus ojos de lagrimas calientes y espesas, pero apostó por su propio futuro frente al de aquel viejo. Abandonó el cuerpo bajo el aguacero, arrancó el vehículo, condujo hasta su casa, se asestó una dosis brutal de tranquilizante y se acostó. Al dia siguiente, cuando abrió los ojos la luz le hirió como una daga en lo mas profundo de su cabeza. Durante la noche había vomitado y toda la habitación olía a destiladero.
El joven profesor no recordó nada hasta que empezó a sorber el café. El recuerdo vago pero certero de lo que había sucedido la noche anterior pasó del fondo de su subconsciente a la superficie de su consciencia como un mazazo. No reaccionó durante todo el día, ni siquiera cuando el informativo se hizo eco de la noticia.
El remordimiento se posó en él desde aquel día como un cuervo negro, infecto y maloliente, hundiendo el pico continuamente en su conciencia:
-Asesino
Sentía desgarrarse su cordura a cada picotazo:
-Asesino
Día y noche, mes tras mes, año tras año:
-Asesino…
Desde la locura Márquez descubrió que la única manera de acallar al cuervo, era privándole del argumento que lo hizo nacer. Tenía que dejar de ser un asesino. Para dejar de serlo debía salvar a un hombre muerto 40 años atrás. De un modo u otro Márquez no pararía hasta lograrlo.
Y aquí estaba ahora, abriendo la escotilla a punto de iniciar su viaje. Muerte al cuervo.
1 de Abril de 1962
El profesor apareció de la nada a bordo de su máquina humeante. Le dolía insufriblemente el cuerpo y se sentía desorientado. Pensó que estaba a unos pocos metros de él mismo 40 años mas joven y acudieron a su cabeza cientos de paradojas temporales sobre como afectaría a su futuro el hecho de salvar a ese hombre. ¿Qué coño estaba haciendo, pensándolo bien?
Márquez cayó en la cuenta de que estaba perdiendo un tiempo precioso y reaccionó. Tiró con brusquedad de la rueda que abría la escotilla, y en un momento sus cuatro pelos estaban chorreando a causa del intenso chaparrón. En cuanto sus pies se posaron en el suelo, comenzó a correr en dirección al lugar en el que ¿Se convirtió? ¿Iba a convertirse? En asesino. Prácticamente estaba alcanzando el terraplén que precedía la porción de asfalto que estaba a punto de teñirse de sangre cuando su pie derecho tropezó con la raíz de un roble. Todo fue muy rápido. Márquez aterrizó sobre la hierba mojada y bajó por el terraplén dando tumbos y quebrándose algunos huesos. En la última voltereta dio con la cara en el asfalto mordiéndose la lengua. Una explosión blanca de dolor hizo retumbar su cabeza.
El profesor tuvo el tiempo justo para incorporase un poco y quedar deslumbrado por los faros de una furgoneta que estaba a punto de atropellarle. Unos faros sobre una matrícula que el conocía muy bien. Allí no había mas viejo que él mismo. Márquez solo tuvo una décima de segundo para llenarla de un sentimiento. ¿Miedo? No. Mas bien desconcierto….. Duda

Relato enviado por Jon C
Gracias Jon por enviar tu relato ;)

1 comentario:

Arturo dijo...

Quizás habría que agregarle al cuento un párrafo, donde se indique que la máquina poseía un temporizador que la regresaría a su lugar de origen a los cinco minutos de aribar al destino elegido. Caso contrario, esta máquina aún se encuentra, desde 1962, al costado del camino.