23 octubre 2006

El Arroyo del Tiempo. (Principio y fin 2)

La cuchilla rasura la parte izquierda de mi mentón, mientras a través del espejo empañado intento ver lo que queda por afeitar.
Una gota de agua condensada baja por la esquina creando el húmedo camino por el cual mi mente se embarca en la interminable reflexión.

Me gustaría por una vez acabar lo que he empezado.
Me apunté a clases guitarra pero al poco dejé de ir. Todavía sigo en casa intentando buscar tiempo para dedicarle.
Empecé a ir al gimnasio y no acabe ni el primer semestre. Pero sigo buscando ese par de horas sueltas para dedicarle a mi cuerpo.
Empiezo algo que me gusta y, o bien dura poco tiempo, o lo acabo dejando sin acabar.

Mis manos realizan movimientos automáticos, repasando comisuras y patillas mientras mi conciencia sigue perdida en ese camino.

Toda mi vida llevo arrastrando ideas que no he terminado y que, por orgullo, quiero acabar y no convertirme en una persona olvidadiza que no sabe terminar lo que empieza.
¡Cuantos proyectos amontonados a falta de un final!
¿Acaso es culpa del tiempo? Ese fondo numérico que evapora su contenido si no es usado.
¿Acaso no se administrar esos ochenta y seis mil cuatrocientos segundos que se me asignan cada día?
Una vez empecé a escribir una historia sin esperar más de ella y me gustó la idea.
Decidí entonces hacer un boceto y en un futuro escribir una novela.
Empecé y sigo buscando ese tiempo que dedicarle o…
¿Quizás es que lo he querido terminar?

Una señal roja me devuelve a la sangrienta realidad, parece que mis manos no conozcan mi rostro.
Otro camino se forma en mi cara teñida parcialmente de blanco con pigmentos rojos.

Quizás soy yo, pero creo que mis pensamientos son como gotas y se mezclan las unas con las otras, las nuevas con las viejas, creando arroyos por inescrutables terrenos.
Y sólo los que pasan de la memoria temporal a la memoria general, son los afluentes que desembocan en el río de mi mente y tienen su final.

Quizás no acabo lo que empiezo, porque ya pienso que ha terminado justo en ese mismo momento que pienso empezar otra cosa.
Seguramente no tiene sentido lo que digo o que el sentido lo vea yo sólo.
Que difícil es expresar en palabras lo que a uno le pasa por la cabeza tan rápidamente.

Otra sensación de dolor me retorna a la aromatizada realidad. El after-shave cumple su cometido pero escuece.
Se que debo cambiar, pero ¿He de dedicarle tiempo a esa decisión?
El espejo ahora sin senderos muestra mi reflejo abandonando el baño, mientras en el aire flota una pregunta:
¿Realmente he acabado este relato?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí es importante ser algo constante en los propósitos que uno tiene, pero la constancia es algo que necesita de un poderoso motivo, creo yo. Si no hay motivación, si no hay una meta, dudosamente se continua con algo..

En el arte japonés, muchas de las obras están expresamente inacabadas. Para el artista, esta es la máxima expresión de belleza "en harmonía".