Me llamo Rosa; es el nombre que me pusieron mis padres cuando nací. Supongo que les inspiró la estación del año en la que tuvo ocasión el evento; la primavera. Detrás de cada persona hay una historia y esta es la mía: Soy muy inteligente. ¿Arrogancia? No, las pruebas que me hicieron en el colegio de las monjas me otorgaron un C.I. de 130 %, y así se lo hicieron saber a mis padres, (de todas formas, por si alguien lo leyera, le recuerdo que esto es un diario y soy arrogante para mí misma). La nota que me dieron para mis padres, decía que se pasaran por el colegio para hablar de mí. Al trabajar mi padre de sol a sol, le tocó ir a mi madre y allí las esposas de Jesús le dijeron: “esta niña saca buenas notas en matemáticas y tiene muchas leyes, así que, según nosotras, podría estudiar derecho”, pero le advirtieron que debía, estar más calladita en clase y no distraer tanto a sus compañeros de clase. Era la líder del grupo. La verdad es que me aburría mucho en clase, y por eso cascaba tanto. Con solo una ojeada, me aprendía las lecciones, que me mandaban como deberes a casa. Por eso, la mayor parte del tiempo me lo pasaba leyendo novelas cupidorománticas; esas en las que aparecía un príncipe azul montado en un caballo blanco. Me sumergía en esas novelas esperando que algún día me sucediera algo parecido, aunque en realidad era todo un deseo. Descubrí por aquellas fechas que yo, de lo que estaba enamorada era del amor. En el instituto conocí al que en la actualidad es mi marido; Carlos. Con él pasaba la mayor parte del tiempo cuando acababan las clases. Él también era un fuera de serie, pero no tanto como yo. La mayoría de las tardes que estábamos juntos, le dedicábamos una hora al estudio y dos horas al sexo. Y sucedió lo que no esperábamos ni deseábamos en aquel momento; me quedé embarazada y él acojonado. El lio que se montó fue tremendo, al final nuestras familias, que eran de ir a misa, se pusieron de acuerdo en que debía seguir con el embarazo. Ellos nos echarían una mano. Cuando nació Sara tuve que dejar los estudios para dedicarme plenamente a ella, mientras Carlos, siguió adelante con ellos dedicándose a la informática. Por suerte encontró un trabajo en una empresa externa dependiente del Ministerio de ocupación y a pesar de que el sueldo, de momento no era muy alto, nos sirvió para no depender tanto de nuestros padres. Con la ayuda de nuestros padres dimos la entrada para un piso, con una hipoteca de veinte años. Con la tranquilidad que da tener casa propia e intimidad, un día estrenamos la cama nueva y me volví a quedar embarazada. Nuestros padres seguían ayudándonos hasta que un día se pelearon entre ellos, bueno nos peleamos todos contra todos. No me acuerdo como empezó la cosa, creo que nos echamos la culpa mutuamente por quien de nuestros padres ayudaba más. Es entonces que decidí hacerme peluquera. Con mi coeficiente sería pan comido. El curso que tenía una duración de dos años, lo saqué en uno, por suerte tuve un profesor muy bueno, aunque un poco tocón. Me ayudó mucho y creo que desperté en él su lado más paternal, porque se volcó en mí totalmente, facilitándome el camino para obtener el título de peluquera. Y aquí me tienen con un negocio de peluquería con cuyos ingresos, unidos al sueldo de Carlos, ha servido para independizarnos totalmente de nuestros padres. Por supuesto que nuestra vida ha dado un giro de 360º. Os pongo un diario semanal ilustrativo de esta nueva vida.
LUNES.
Hoy es mi día de fiesta y no abro la peluquería. Carlos se ha ido al trabajo a las siete y media. Yo he desayunado con mis hijos, los he llevado al colegio y he hecho unos ingresos en el banco, para pagar a proveedores. He vuelto a casa, he hecho las camas, la comida, he puesto la mesa y recogido la casa. Me he sentado cinco minutos antes de ir a recoger a mis hijos. Durante la comida le he comentado a Carlos que tenía un curso de peluquería y saldría sobre las ocho de la noche, pero que no iría, porque aún tenía que poner una lavadora y el lavavajillas y no me daría tiempo. Carlos me ha dicho que fuera, que él se encargaría de hacer todo. Llamé a mi amiga Ángela para que me recogiera y se quedara con los niños hasta que viniera Carlos del trabajo.
MARTES. Hoy he llegado tarde al trabajo. La culpa no ha sido mía. Ayer me acosté cerca de las dos de la madrugada, tuve que esperar a que acabara la lavadora y el lavavajillas. Si mi marido se hubiera acordado de hacerlo, no estaría ahora dando explicaciones a las clientas, que llevan más de media hora esperando en la puerta de la peluquería. Mi hija, que es un sol y muy responsable, me ha despertado con muchos besitos y mucha paciencia, para que los llevara al colegio; adoro a mi hija, y cada día “odio” más a mi marido. Carlos siempre tiene tiempo para todo. Ayer, como estaba mi amiga Angi con los niños, se cogió la bici y se fue a correr al Puerto Olímpico. Dice que para que tiene la bici. Yo también la tengo, pero antes hay que hacer otras cosas. Le he dicho.
MIÉRCOLES. Hoy he tenido un día horrible. Y eso, que lo he empezado bien. Esta mañana antes de levantarnos, Carlos, mi marido, que estaba muy cariñoso, me ha pedido perdón y hemos hecho las paces, sí, pero no, como él quería. Le he dicho que eso, no se arregla con besitos y sexo. La química funciona muy bien entre nosotros, el puñetero me pone a cien nada más tocarme y yo a él también claro y…nos liamos y acabamos como siempre. Pero hoy me he puesto fuerte y le he dicho; ¡NO! -Pero ¿Por qué?-, me ha preguntado con esa carita de pena, ¡Dios! es más niño que los dos que tenemos. -¿Por qué?-. Porque tenemos que poner lavadoras, lavavajillas, recoger la casa, tender la ropa, recoger la ropa, atender a los niños y…SI-LO-HAGO-YO-SOLA, me canso, y si me canso no tengo ganas de hacer nada; así que ahora estoy cansada-. Se ha quedado mudo durante un buen rato, pero luego me ha dicho que tengo razón, y que en adelante estará más atento. ¡Carlos, entre nosotros tenemos que organizarnos! Le he dicho enfadada, pero con tono conciliador. Después en la “pelu”, la señora María, que tenía hora a las once ha venido media hora más tarde, y no me creo ninguna de sus excusas, se de muy buena tinta, que está enganchada a la novela de la mañana, me ha desorganizado todo mi trabajo. La señora Isabel que tenía la siguiente hora, y es muy puntual, quería que la cogiera. Entre las dos me han armado una, que ni la de San Quintín. Me tienen harta. Dicen que tienen mucha prisa, pero después de pagar, se quedan un rato hablando entre ellas, sin importarles el tiempo. Estoy histérica.
Menos mal que, cuando he llegado a casa estaba todo recogido, la mesa puesta, los niños haciendo sus deberes y la cena hecha; Carlos se había encargado de todo, adoro a Carlos. (Pero estoy cansada, por si alguien piensa que le voy a premiar).
JUEVES.
El niño se ha levantado con fiebre. Lo he llevado de urgencias y me han recetado un apiretal. La pediatra me ha dicho que, con tantos cambios de tiempo, es normal que suceda, además lo coge uno y se contagian todos. Le he dicho a mi suegra que si puede venir a quedarse con el niño, hasta el mediodía, que a esa hora, ya estaremos nosotros, me ha dicho que sí, que viene.
Le he recalcado que no haga nada en el piso. La última vez se puso como una loca a fregar toda la vajilla, me rompió dos vasos de la cristalería nueva, y para postre se dejó el grifo del fregadero abierto y con el tapón puesto, se fue al sofá a ver la tele y se durmió. Hasta que no subió el vecino de abajo, para avisar que se estaba inundando su piso, no se despertó. Tuve que cerrar la peluquería para esperar al del seguro y arreglarlo. Me ha dicho que solo estará pendiente del niño, pero por la cara que ha puesto, no le ha gustado nada lo que le he dicho.
VIERNES.
Carlos y yo nos hemos peleado otra vez. Ha sido por su madre. Él dice que bastante hace para que la esté criticando todo el rato. Que ya está bien y que dónde está mi madre, que también podría echar una mano. Le he recordado que ahora vive a 700 kilómetros de nosotros. Este hombre no piensa, y a su madre… ¡que no se la toquen!
A ver si corta de una vez el cordón umbilical. No se da cuenta que siempre lo manipula. A mí me pone negra cuando suspira y dice:
¡Ay, pobre hijo mío! con todo lo que trabaja, el pobre tiene que estar cansadísimo.
¡Y yo que, me estoy tocando la flor!
Menos mal que al niño le ha bajado la fiebre. Carlos ha salido del trabajo un poco antes para relevar a su madre y me ha llamado para decírmelo, me quedo más tranquila, también me ha dicho que se queda a cenar.
-Vale, de acuerdo- Le he contestado escuetamente.
Después de cenar ha llevado a casa a su madre, se ha sentado y se ha quedado dormido, debe estar rendido el pobre. Antes no estábamos tan cansados. Nos dábamos un beso antes de dormirnos. Ahora míranos, él durmiendo y yo cuando acabe de preparar la comida para mañana, también me acostaré.
SÁBADO.
Carlos después de ducharse y afeitarse ha dejado pelos por todas partes, la taza del wáter levantada y la botellita de las lágrimas, vacía, encima del depósito del lavabo. Estoy harta de ir detrás de él recogiendo sus cosas. Le he dicho que, cómo él tiene fiesta, pase el aspirador por el lavabo y por toda la casa. Y el polvo, no sé como lo hace pero cada vez hay más. Le he vuelto a recordar que el aspirador se pasa de adentro afuera. Dice que soy una maniática del polvo.
-¡Ah! y limpia el espejo del baño-. Le he recordado.
No sé lo que hace pero siempre lo deja salpicado de pasta de dientes. Le he recordado que mire el tiempo meteorológico, por si tiene que recoger la ropa tendida y si está seca que planche todo lo que pueda. No sé si todos los hombres son iguales, pero el mío se queda embelesado escuchando la radio o viendo la tele, y con la escoba en la mano, como si estuviera haciendo guardia. Es un cuadro.
Y para comer es lento de cojones. Dice que hay que masticar los alimentos veintisiete veces, parece una oveja. Y claro se levanta el último de la mesa, bueno miento el último es el niño. Yo lo que quiero es acabar y sentarme un ratito en el sofá ¿es mucho pedir?
Estoy preocupada, todavía no me ha bajado la regla, sólo faltaría que ahora me quedara embarazada. Como sea así lo mato. Aquel día le dije que se pusiera el preservativo, pero él me decía que no pasaba nada, que haría marcha atrás, que con el preservativo no tenía la misma sensación de placer. Que no me preocupara que él controlaba. Cuando me decía lo de la marcha, me acordé que se sacó el carnet de conducir a la tercera y eso no me dio buenos presagios.
DOMINGO.
Esta mañana Carlos me ha comentado que, con nuestros dos sueldos, nos podríamos permitir contratar a alguien, para que nos recogiera la casa y nos planchara la ropa durante la semana. Me ha parecido una buena idea nos hemos sonreído y besado y cuando íbamos a hacer el amor, los niños han entrado como dos elefantes en una cacharrería y se han metido en la cama con nosotros. Otra vez será. Cuando vayamos más descansados.
Espero de vosotros, as vuestra opinión pero si es negativa os la guardáis al fin y al cabo solo soy una chica que tiene un coeficiente alto, pero que se enamoró del amor y el amor le dio inteligencia emocional a su vida.
Relato enviado por Daniel Lerma Vilanova
https://clubcreaccio.com/2016/05/08/la-naturaleza-ha-hecho-que-naciera-mujer/
Gracias Daniel por enviar tu relato ;)
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