“Dios Cruel”
Black observaba aterrado el estado del campo de batalla… por aquí y por allá cuerpos diseminados eran mudos testigos de la dureza del combate, que aun no había terminado. La infantería, de la cual formaba parte, había sido drásticamente diezmada y no lejos de su posición actual podía ver a unos jinetes que intentaban asaltar la torre de defensa que les quedaba. Los blancos estandartes que lucían sus rivales oteaban al viento y sus gritos se oían resonando por doquier. Cerca de su posición uno de los sacerdotes ayudaba en su último viaje a los caídos, amenazado a su vez por el enemigo, que con una hábil maniobra de distracción había conseguido hacerlos caer en una sofisticada trampa, que había acabado con toda la caballería del ejército de Black.
Finalmente la torre se derrumbó con gran estruendo aniquilando a los soldados que aun se hallaban en su interior. Todo parecía perdido. El ejército del Blanco ganaría aquella batalla sumiendo el mundo que Black conocía en el caos y la desesperación. Una desesperación que invadía la mente del soldado y al resto de sus compañeros que aun permanecían en pie. En aquellos momentos la batalla se detuvo. Para Black era una pausa antes del ataque final. Se giró buscando a su majestad. Una mirada suya o de la princesa bastaban para subir el ánimo de los combatientes y elevar su moral. Haciendo que perder su vida por ellos no pareciese tan malo. Buscó y rebuscó entre la retaguardia, mas no podía dar con ellos. El ejército del Blanco parecía replegarse momentáneamente. El no podía retroceder… no podía retroceder. Siempre avanzar, solamente avanzar, era lo que le habían enseñado y para lo que estaba preparado, pero siempre podía volver la vista atrás para consolarse. Vio un puñado de hombres de la infantería protegiendo al rey, que había perdido el caballo y estaba de pie, entre ellos, blandiendo su magnifica espada en lo alto, también observo una herida en uno de sus muslos, que sangraba profusamente reduciendo drásticamente su movilidad. En aquellos momentos le pareció que su majestad había perdido parte de su magia, y que ni siquiera su mirada podía hacer que se volviera a lanzar a una batalla perdida.
Alzando su rostro al cielo, se dirigió a su dios, “Oh dios de la guerra, oh dios poderoso, dios de la muerte y la destrucción siempre que muestras tus señales tu pueblo sufre, dime ¿eres un dios o un demonio? ¿Cuantas generaciones de nuestros hijos deben sufrir tu sed de sangre? Muéstrate de nuevo, ayúdanos en esta batalla y estaremos preparados para la siguiente, como siempre ha sido, pero no permitas que nos derroten y sufrir la vergüenza y la humillación. No nos abandones en este momento”
Como en respuesta a sus palabras, el ejercito enemigo empezó a gritar de nuevo, se preparaban para el asalto final. Prestando atención, aquellos gritos eran más de terror que de exaltación o furia asesina, así que Black alzó levemente la cabeza del pequeño charco en que se había tendido y pudo ver la respuesta de aquel dios cruel. La princesa, se hallaba entre las líneas enemigas, montada en su corcel repartiendo muerte entre las filas del ejército del Blanco. Su visión era como la de una santa guerrera con su negro estandarte alzado sobre la silla del caballo y su espada, invisible de tan veloz como la princesa la manejaba. Provocando el pánico entre las huestes blancas. Black observó al resto de sus compañeros, todos habían visto a la princesa en medio de la refriega y de nuevo alzaron sus espadas sobre sus cabezas. Entonando vítores y cantos, iniciaron una carga desesperada intentando alcanzar a al princesa y ayudarla o protegerla, con su vida si era necesario… esas imágenes recordaron a Black el comienzo de la batalla. Que poderoso parecía su ejército, todos en formación, sin brechas, sin fallos. La infantería al frente, con Black entre ellos, orgulloso de sus hermanos de sangre preparados para vencer al invasor y regresar de nuevo a su tranquila vida tras la batalla. Durante siglos el ejercito del Blanco les había atacado e intentado invadir sus tierras, cuando lo conseguían se establecía un periodo de paz, la Paz Blanca, en la que los paisanos de Black sufrían constantes humillaciones y eran tratados como esclavos por el ejercito del Blanco, hasta que un día, Black nunca se había preguntado como era posible aquello, el dios de la guerra volvía a dar muestras de su poder haciendo aparecer a un nuevo rey, descendiente de la generación anterior, al cual nadie ponía en duda, puesto que era el designio de dios y los ejércitos volvían a armarse. Siempre la misma batalla, siempre en el mismo campo de batalla, aquellas tierras baldías que separaban los territorios del Blanco de los suyos. Incontables cadáveres, incontables muertes, huesos, despojos, armas rotas… todo quedaba en aquellas tierras, esperando un nuevo desenlace, a favor de uno o de los otros. Cuando el ejército al cual pertenecía Black ganaba, no había paz…. Simplemente un compás de espera en el cual sabían que el ejército del blanco volviera, como había hecho desde incontables generaciones atrás. Siempre volvían y siempre eran ellos quien daba el primer paso. Siempre iniciaban ellos las hostilidades, y Black rezaba y rogaba por que aquello acabara algún día, pero el dios al cual oraba, únicamente aparecía para lanzarlos a la guerra. Y si sobrevivía, Black estaba seguro, la historia se repetiría.
Cargando desesperadamente hacia el enemigo, Black y sus compañeros iniciaron un nuevo ataque. Intentarían acabar con los magos del blanco. Llegaron hasta él más fácilmente de lo que habían imaginado y el combate fue rápido y sangriento. Dos de los hermanos de armas de Black cayeron ante la magia del terrible enemigo, que no pudo soportar el envite de Black y otro soldado. Con el mago derrotado y a sus pies, llegar hasta la princesa era tarea fácil, y cuando volvieron a buscarla con la mirada, la vieron frente al Blanco, con la espada alzada y dispuesta a dar el golpe de gracia a su mortal enemigo. En aquel momento el tiempo pareció detenerse. Todos los combatientes detuvieron sus ataques. El cielo se encapotó como por arte de magia en un instante y la oscuridad cubrió el campo de batalla. Rayos y truenos hicieron su aparición y todos los presentes alzaron temerosos sus rostros. Por entre el claro que se abrió entre las negras nubes despuntó una luz, tan brillante que momentáneamente cegó a todos los presentes. La luz transmitía una pureza y una claridad tal que Black imagino que debía ser el dios del Blanco y que finalmente había llegado su hora.
En vez de la muerte que Black esperaba, de aquella luz, surgió una voz atronadora que pronunció tan solo dos palabras. Dos palabras que cesaron al momento las hostilidades y que anunciaron que el ejército de Black había ganado aquella guerra.
Black vivió muchos años mas, recordando por siempre aquellas palabras que había oído pronunciar a un dios. Y ya en su lecho de muerte, se las transmitió a sus hijos y nietos que rodeaban su cama. Una gran expectación los inundó mientras esperaban que su anciano patriarca las pronunciara, conscientes del gran secreto que las había envuelto y de lo poderosas que podían llegar a ser. Finalmente, con su último suspiro, el anciano abrió la boca y las musito: “Jaque Mate”.
Jose powell
Mataró 29-6-04
Gracias Jose por enviar tu relato ;)
3 comentarios:
Me ha gustado bastante la verdad, felicidades Jose, otrebor sigue asi y a ver cuando nos deleitas que hace tiempo que no te dignas ;-)
Que interesante, les mando un saludo a todos los que escriben relatos. Yo también escribo relatos, me gustaría compartirlo con ustedes.
Saludos.
me encanta vuestro relatos hos embeto a que lian el mio en Nadioskamerini.blogspot.com
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