28 mayo 2014

'Historia de un suicida.' de Anónimo

'Historia de un suicida.' de Anónimo

Suspiro una vez lentamente el aire escapa de mis pulmones mientras miro el atardecer
desde el balcón, el sol se esconde entre las puntas de los edificios que me rodean, se
despide del hoy, y barre el cielo con su dorada luz.
Pienso que está dejándolo limpio para que la suave Luna de plata baile toda la noche por
el estrellado firmamento.

Ella, melancólica, fría y apagada, ilumina, con una tenue luz a un caminante solitario.
Con las manos dentro de los bolsillos de su cazadora va andando por la calle recitando
en un tono casi inaudible versos de amor, de abandono y de soledad.
Sus palabras contienen fuego, sus letras vibran, quebrando el aire que llenan, sube el
tono, levanta la cabeza y canta, furioso. Su público son los gatos y el hormigón.

Salta y cae, el suelo siente su fuerza, su energía y su desesperación, los ojos le
brillan , su color, sobrenaturalmente intenso se ve desde la otra punta de la calle, le
miro mientras él baila, no se qué pasa , yo sólo veo su melena mecerse al ritmo de esa
inexistente música que el crea con su aullido gutural, que es canto de ángeles. Sus venas
se abren, su sangre emana de las heridas abiertas , cae por sus brazos , formando hilos
de suave color vino por toda su piel, gotas de vida roja caen al suelo, convirtiéndose
al instante en negro líquido de dioses. Empieza a decaer, baja la cabeza, se agacha,
chasquea los dedos haciendo volar la sangre que los bañaba, vuelve a saltar, mueve los
brazos mientras hace recorrer a sus piernas líneas de blanco y añil.
La capucha de su cazadora le tapa la cara.

En ese momento me mira, y esos ojos, brillantes, me suplican piedad, pero yo no debo
intervenir en esa danza que no cesa, no obstante soy incapaz de dejar de mirarlos desde
el final de la calle. De pronto su expresión se suaviza, sonríe, y me enseña una hilera de
dientes amarillentos, planta una rodilla en tierra, me hace una reverencia burlona y se
desploma.

Cierro los ojos, y cuando vuelvo a abrirlos el hombre que bailaba soy yo, tirado en
medio de la calle, con una navaja en mi mano izquierda y un charco de sangre a mi
alrededor.

Relato enviado por Anónimo
Gracias Anónimo por enviar tu relato ;)