26 enero 2012

'Lenta agonía' de Dorfles

--Usted la conoció desde que eran niños y se enamoró de ella inmediatamente. Vivían en casas una enfrente de la otra, se veían en todo momento. Se criaron y jugaron juntos, compartían los mismos amigos.
--Sí, así fue siempre.
--Usted creyó que no era necesario decirle que la amaba pero lo hacía y para halagarla. El tiempo pasó, los dos crecieron, y el amor que sentía fue aumentando con los años. Cuando usted comenzó a estudiar su carrera ella, como todas las mujeres decentes de su pueblo, se quedó en casa a prepararse para ser una buena esposa, un ama de casa sabia y eficiente, una madre responsable y cariñosa, en fin todo lo necesario para el manejo de un hogar como debiera de ser. Por eso, en cuanto usted terminó sus estudios y se estableció la pidió en casamiento.
      --Sí, y fui el hombre más dichoso sobre la tierra cuando sus padres y ella misma me dieron el sí.
--Entonces se casaron y se fueron a vivir a una casita que los padres de usted les regalaron, como era costumbre en esos tiempos, y ahí comenzaron su envidiable vida matrimonial. Tuvieron un hijo, luego una niña y finalmente otro hijo. La felicidad y satisfacción de usted no tenía límites.
     --Yo era el ser más dichoso sobre la tierra, se lo confirmo.
--Poco después usted se dio cuenta que en su matrimonio ejemplar algo había y de lo cual no se había querido percatar. Su esposa a menudo lo humillaba delante de sus amigos pero usted lo tomaba como una broma, hasta que una vez, en una fiesta, ella se quitó un zapato y se lo aventó en el rostro. Igual que siempre, no hizo el menor caso pero un amigo que estaba junto a usted le hizo ver que eso era un insulto, una humillación, un mensaje de insatisfacción por parte de ella.
    --Yo la quería tanto, la amaba con locura, que jamás me ponía a pensar nada negativo que de ella viniera. Mi risa se apagó cuando ese amigo me hizo ver la realidad.
--A partir de entonces fue analizando cada uno de sus comportamientos, cada una de sus palabras y se dio cuenta que no sólo lo humillaba en público sino a solas en su hogar. Además de hacerlo sentir que lo asfixiaba con sus atenciones fingidas de excelente ama de casa. Desde ese momento usted no dejó de criticarla para sus adentros, de fisgonear cada paso que ella daba, de analizar cuanto le dijera.
    --Así me recomendó mi amigo que hiciera, para descorrer el velo que opacaba mis ojos, y la viera tal como era.
--Fue así que en su mente empezó a gestarse una sola idea, una idea firme que le hacía arder las venas. Hacerla desaparecer, quitarla de su camino, matarla. Estudió la manera en que pudiera hacerlo sin dejar huella, sin que apareciera usted como el culpable. Después de planearla por mucho tiempo decidió matarla de un balazo. Compró todo lo necesario, creó el ambiente propicio para la escena pero al último momento erró en su puntería, ella se movió y usted tuvo que esconder de inmediato el arma antes que se diera cuenta. Esto le sirvió para pensarlo mejor. De asesinarla su sufrimiento sería instantáneo y eso no era lo que usted quería. Su interés era hacerla sufrir lentamente, que su agonía fuera tortuosa y se diera cuenta del porqué lo había hecho usted.
     --Medité mejor otro plan y lo consideré el más adecuado. Abandonarla a su suerte, alejarla de mí que era tan dependiente en todo, humillarla ante la sociedad etiquetándola como una mujer abandonada, despreciada por su marido.
--Con el paso del tiempo supo que ella agonizaba en su soledad pero usted no se condolió, jamás fue a verla. Los hijos se habían casado y radicaban en otra ciudad, felices de haberse alejado de su protección que también los aniquilaba. Cuando supo que había muerto pronunciando su nombre y la palabra perdón, ¿qué hizo usted entonces?
    --Reí satisfecho. Me sentí reivindicado.


Relato enviado por Dorfles 
Gracias Dorfles por enviar tu relato ;)

19 enero 2012

'¡Qué vueltas da la vida, profesor Márquez!' de Jon C.


12 de Agosto de 2002
El profesor Márquez se esmeraba en los últimos retoques. La causa de sus desvelos se presentaba ante él por fin, lista para deshacer el mal, presta para traerle el descanso. Ese ingenioso artefacto iba a permitir al profesor pasear por el tiempo con la placidez de quien lo hace sobre hierba fresca. Pasear hacia delante para descubrir… Descubrir en el futuro lo que el género humano daría de si en aspectos tecnológicos, sociológicos, políticos… Pero la intención inicial del profesor no era mirar hacia delante precisamente. Si el futuro le permitía ver, el pasado le ponía en bandeja evitar.
La vida de Márquez giraba en torno a ese verbo desde hacía 40 años. Desde que amaneció en su privilegiado cerebro la idea de construir una maquina del tiempo, hasta que ajustó el último tornillo de su cromada carrocería, el único objetivo en la vida del profesor se convirtió en evitar la muerte de un hombre.
Cuarenta años antes de dar a sus sueños forma de máquina, un joven recién doctorado profesor Márquez experimentaba junto a sus compañeros de facultad los efectos de la ingesta masiva de bebidas alcohólicas junto a la inhalación de opiáceos, durante la fiesta de fin de carrera. Pero el destino a menudo se presenta como un pésimo jugador de ajedrez, que entrega su rey en un movimiento nefasto teniendo la victoria en la palma de la mano. Así fue como perdió Márquez. La prometedora carrera de un brillante ingeniero al que se le abrían las puertas del éxito, quedó en el camino como el pellejo seco que muda una serpiente.
Al regresar a casa tras la fiesta en aquella noche lluviosa, dando bandazos con su furgoneta, no llegó a ver a tiempo a aquel viejo, desmadejado en medio de la carretera con la sombra de la muerte asomando por sus ojos. Márquez nunca llegaría a olvidar la expresión de aquella mirada; pues donde debió haber miedo, solo había desconcierto…. duda.
Después solo un ruido ensordecedor, y un cuerpo roto.
Márquez no pensó en bajar del vehículo ni un solo momento. Todo le parecía un mal sueño. El miedo le hizo vomitar dentro de la furgoneta hasta llenar sus ojos de lagrimas calientes y espesas, pero apostó por su propio futuro frente al de aquel viejo. Abandonó el cuerpo bajo el aguacero, arrancó el vehículo, condujo hasta su casa, se asestó una dosis brutal de tranquilizante y se acostó. Al dia siguiente, cuando abrió los ojos la luz le hirió como una daga en lo mas profundo de su cabeza. Durante la noche había vomitado y toda la habitación olía a destiladero.
El joven profesor no recordó nada hasta que empezó a sorber el café. El recuerdo vago pero certero de lo que había sucedido la noche anterior pasó del fondo de su subconsciente a la superficie de su consciencia como un mazazo. No reaccionó durante todo el día, ni siquiera cuando el informativo se hizo eco de la noticia.
El remordimiento se posó en él desde aquel día como un cuervo negro, infecto y maloliente, hundiendo el pico continuamente en su conciencia:
-Asesino
Sentía desgarrarse su cordura a cada picotazo:
-Asesino
Día y noche, mes tras mes, año tras año:
-Asesino…
Desde la locura Márquez descubrió que la única manera de acallar al cuervo, era privándole del argumento que lo hizo nacer. Tenía que dejar de ser un asesino. Para dejar de serlo debía salvar a un hombre muerto 40 años atrás. De un modo u otro Márquez no pararía hasta lograrlo.
Y aquí estaba ahora, abriendo la escotilla a punto de iniciar su viaje. Muerte al cuervo.
1 de Abril de 1962
El profesor apareció de la nada a bordo de su máquina humeante. Le dolía insufriblemente el cuerpo y se sentía desorientado. Pensó que estaba a unos pocos metros de él mismo 40 años mas joven y acudieron a su cabeza cientos de paradojas temporales sobre como afectaría a su futuro el hecho de salvar a ese hombre. ¿Qué coño estaba haciendo, pensándolo bien?
Márquez cayó en la cuenta de que estaba perdiendo un tiempo precioso y reaccionó. Tiró con brusquedad de la rueda que abría la escotilla, y en un momento sus cuatro pelos estaban chorreando a causa del intenso chaparrón. En cuanto sus pies se posaron en el suelo, comenzó a correr en dirección al lugar en el que ¿Se convirtió? ¿Iba a convertirse? En asesino. Prácticamente estaba alcanzando el terraplén que precedía la porción de asfalto que estaba a punto de teñirse de sangre cuando su pie derecho tropezó con la raíz de un roble. Todo fue muy rápido. Márquez aterrizó sobre la hierba mojada y bajó por el terraplén dando tumbos y quebrándose algunos huesos. En la última voltereta dio con la cara en el asfalto mordiéndose la lengua. Una explosión blanca de dolor hizo retumbar su cabeza.
El profesor tuvo el tiempo justo para incorporase un poco y quedar deslumbrado por los faros de una furgoneta que estaba a punto de atropellarle. Unos faros sobre una matrícula que el conocía muy bien. Allí no había mas viejo que él mismo. Márquez solo tuvo una décima de segundo para llenarla de un sentimiento. ¿Miedo? No. Mas bien desconcierto….. Duda

Relato enviado por Jon C
Gracias Jon por enviar tu relato ;)

11 enero 2012

"La física y la economía" de Antonio Rodríguez Plaza


El regato atravesaba la carretera describiendo graciosas curvas sobre el asfalto.
La ladera que traía el agua de las cumbres, arrancaba de mas arriba, donde un sol primaveral, derretía poco a poco los últimos hielos del invierno.
El ambiente era limpio, plácido y casi sin ruido. Un pájaro carpintero lanzaba su “toctoc” rítmico desde las entrañas del bosque y el aire, frío todavía, acariciaba las agujas de los pinos  moviendo las ramas con suavidad.
La carretera ascendente o descendente, según se mire, serpenteaba  superando de manera ingeniosa una empinada cuesta camino del famoso chiringuito cervecero “El Motero Feliz”.
Alejandro Perez de profesión  operador de “call center” tenia algunas pasiones en su vida que no dejaban de ser  poco originales. No rozaba la vulgaridad pero estaba muy lejos de lo excéntrico. Además era un poco tacaño.

Cuando acometió la  curva  que se cerraba justamente en la umbría, el paso brusco del
sol a la sombra lo dejó momentáneamente sin ver nada. Era una sensación conocida y no dejaban de ser unas décimas sin importancia. Por lo tanto siguió apretando el puño de la Daelim coreana mientras sus ojos se acostumbraban a la semioscuridad bajo la pantalla  transparente del casco.
La rueda delantera rompió el regato dejando una mancha horizontal de agua en el asfalto y unas  gotitas laterales, pero al  pisar con la trasera y ante un líquido extraño, ésta  se negó a seguir la misma trayectoria.
Alejandro Perez había estudiado con  encono y final frustrado  dos años de Físicas y actualmente un módulo de Economía Empresarial que llevaba a trompicones.
Rápidamente y por el  conocimiento de las leyes  que mueven los cuerpos en la atmósfera, se dio cuenta  ante el brusco cambio, de que  el equilibrio de fuerzas, en un segundo había  cambiado  totalmente.
Hubo un ligero chirrido y de acuerdo con Newton y otros sabios irrefutables,  la moto emprendió una carrera loca  adelantándole por la derecha todavía en plan zigzagueante. Pesaba más y el motor todavía tiraba con ganas, ante el aligeramiento repentino del piloto.
Él en cambio, tras un pequeño vuelo  aterrizó en el  asfalto sobre la espalda.
La carretera por producto de la técnica, descendía a la salida de la curva, por lo cual era previsible una cierta aceleración en los cuerpos que se desplazaban en aquel  momento de manera incontrolada.
Cuando compró aquel mono de falso cuero, un vendedor, raramente profesional, le hizo la observación  de que si bien  protegía perfectamente contra el viento, no era el adecuado para el  caso de un accidente. Lo insuficientemente grueso del tejido se Empezó a  notar con rapidez.
Recordó los principios del rozamiento y el calor que se generaba cuando dos objetos se frotan entre sí. En este caso la reacción fue  fulminante.
La culera y los guantes (regalo incluido en el pack de aquel  pantalón maldito) ,al roce con el  asfalto iban  elevando los grados de sus posaderas y las yemas de los dedos  a  temperaturas insoportables.
Había ahorrado en el mono, porque con  la diferencia  de precio podía ponerle unos cromados a la máquina, de esos que a las woman moteras les resultaban insoportablemente atractivos.

De haber aceptado la  chupa y los pantalones que le ofrecía  aquel dependiente soberbio (con el fin de engañarle), ahora no  se vería por 100 malditos euros de diferencia, viviendo en directo la entrada de un meteorito en la atmósfera  terrestre con forma de su propio culo.
Mientras tanto, la Daelim coreana  ya había llegado a donde la carretera empezaba a bajar, por lo que con un gracioso saltito cayó con estrépito de costado.
Alex, empezó a adelantar en el arrastre y  por razones de su superior peso, a un montón de cromados que se desprendían de la maquina entre una nube de chispas azules y rojas.
Atrás iban quedando también  la maneta del freno, el pedal de las marchas y la mitad del guardabarros delantero.
Ante su sorpresa  y en una décima de segundo en que pudo enderezarse,  observó que el neumático trasero aún dando vueltas  presentaba un agujero considerable.
Aquel maldito vendedor le había dicho “Mire Vd. las gomas duras no se las aconsejo. No tienen ninguna adherencia, en mojado incluso resultan peligrosas. Valen 130 € menos que las  semiblandas pero es la opción mas razonable. Si un día tropieza Vd. con un charco…”.
Si bien todo esto sucedía a la velocidad que suceden más o menos estos  siniestros, a  Alex se le pasó por la cabeza que sin ser Keynes o Paul Krugman era fácil deducir que la baratura en el equipamiento era directamente proporcional al tamaño del  accidente.
Un dato más vino a corroborar su reflexión:
Plantado al borde la cuneta, altivo e indiferente, aquel pino piñonero estaba empeñado en no moverse ante lo que se le venía encima. Siguiendo las leyes del crecimiento y  mientras seguía patinando dolorosamente sobre la espalda, Alejandro Pérez le  calculó una altura de 16 Mts  y lo más preocupante, un tronco tan negro como la umbría, que no bajaba de 90 centímetros.
Sin saber porqué, sus alocados pensamientos pasaron  de nuevo de la Economía a la Física .Una formula le golpeaba el cerebro: Energía =Masa por Velocidad de la Luz al cuadrado.
La Daelim llegó primero al árbol que para eso llevaba ventaja. Con un estrépito que hizo volar todos los pájaros del bosque  al primer toque pareció  querer  darle un abrazo de muerte a aquel tocón duro como una piedra. Éste se estremeció ligeramente y como el golpe fue algo lateral, los restos de la maquina salieron despedidos  desapareciendo por el talud de la cuneta.
Talud?. –Pensó Alex-.!!Hay un talud!!!
Los acontecimientos se precipitaban y la distancia entre aquel monstruo de madera  y  nuestro protagonista disminuían según su apreciación, a poco menos que la velocidad de la luz.
En aquellos momentos el calentamiento se hacía ya insoportable en las posaderas y en los dedos era casi fuego. En la alternativa de parar contra el pino (rozamiento “0”) ,la fuerza de desaceleración “G” podía ser  sencillamente mortal, visto el impacto de la moto.
En la  segunda opción (desviarse ligeramente y caer por el talud), entraba de lleno  la constante de Newton sobre la gravedad, con el morbo de no saber las características del vuelo cuando sobrepasara la cuneta.
En un puro reflejo clavó el tacón de la bota derecha en el asfalto eligiendo la  emoción del  espacio aéreo incontrolado.
El cuerpo giró sobre si mismo, dejó el árbol a la derecha, y empezó a  volar naturalmente hacia abajo.
Un grito agónico con dos palabras se escapó de su garganta:

¡!Mamaaaa!!!! ¡!!!!Pititaaaa!!!!.
Mama lógicamente era la madre que tenemos todos y a la que instintivamente mentamos cuando hay peligro de retornar involuntariamente al mundo del más allá.
Es posible que si la Sra. Mercedes viera en ese momento a Alex, hubiera sido ella  la que a través de un soberano infarto hubiera traspasado la barrera definitiva..
Pitita era otro asunto. Pitita era alta, delgaducha con melena negra  y una sonrisa Profidén que pasmaba a cualquiera.
Sus atributos naturales pasaban por una pechera moderada y un trasero realmente espectacular por forma, tamaño y exhibición en los andares.
Cuando se sentaba en la moto, aquel culo se expandía eróticamente conduciendo  a través de una espalda recta como una vela, hacia un pelo azabache en coleta, que a Alex le volvía loco.
Esa rectitud  lumbar  acentuaba  la pretensión de Pitita de exhibir mas  tetas de las que poseía. Complementaba la pose antes de salir andando, con una cazadora sin abrochar por donde un suéter rosa de cremallera escandalosamente  abierta, dejaba entrever  los dos atributos  hasta el límite deseado por todos.
Se la quitó a un gordito con Honda Goldwin en una reunión cervecera hacia dos años. Era peluquera  y un poco facilona , por lo que Alex vivía bastante atormentado.
Apenas había iniciado la curva descendente con la “a” de Pititaaa alargándose  en la garganta, cuando la trayectoria se volvió totalmente  vertical. La resistencia en el aire por efecto del pataleo  desatado ante en vacío, no tuvo el mas mínimo efecto. Dada la incapacidad de planeo de aquellos dos miembros que en nada se parecían a los alerones de un Jumbo, Alex entró en barrena.
Encogió los hombros, cerró los ojos  y en posición  de espaldas vio como el verde del  pino se sustituía rápidamente por el azul del cielo.
Penetró por un aliso rompiendo ramas con estruendo  y con un  ¡! Dios, que me mato!!  esperó sin respirar  a que se lo tragase el suelo.
No sonó  “catacrac” como era de esperar, sino un “Choff” profundo  cuando la columna de agua se levantó para dejar paso a su cuerpo. Había  caído en  el río.
Todos los fenómenos físicos se suavizaron a la vez. La desaceleración fue comedida y el nivel de rozamiento dio paso a  un regusto inimaginable cuando el líquido elemento le invadió las posaderas y los agujeros de los guantes.
Desde que Pitita, en algunas salidas a la playa de Gandia  se quitaba el bikini en una carrera loca hasta  las olas con el agua todavía por las rodillas, se había convertido en un experto nadador. La bronca de las  señoras mayores  y madres con niños que llamaban guarra y desvergonzada a la morena que les pasaba embalada por delante y en pelotas, le obligaba a correr detrás de ella recogiendo de paso aquellos dos cachos de trapo  en forma de bañador.
De dos brazadas y medio ahogado por el casco que todavía conservaba subió a la superficie.
Como la refrigeración dado que estábamos a final del invierno era excesiva, con otros dos enérgicos golpes  de braza se plantó en la orilla completamente congelado. Una pequeña sonrisa empezaba a cubrir la boca de Alex. Estaba salvado. Agarrado a unos juncos intentó salir del agua cuando con un grito desgarrador levantó la pierna derecha.
La suela de la bota, por efecto del frotamiento  en el esquive del pino, había desaparecido y en su lugar un trozo del piloto trasero de la Daelim estaba clavado  con saña.
.-¡!Me caguen mi figura y las puñeteras botas!!.
Mientras cojeaba volvió de nuevo a la economía. Aquel  vendedor engreído  le dijo con sorna “Llévese estas que son  chinas, son baratas y no parecen malas”.Según las acercaba a la caja, percibió también  una cierta risita de cachondeo que movía la espalda de aquel despreciable sujeto.
El frío arreciaba con saña y después de un par de intentos de salir a la pata coja,  consiguió dejar el arroyo como una rana enferma, es decir sin saltitos, reptando  y croando de dolor por aquel plástico incrustado en su talón.
Otro grito retumbó en el bosque .En la cirugía  improvisada  de  extraer el piloto con la mano Alex obvió  las cinco ampollas que coronaban los respectivos dedos.
.-¡!Mierda de guantes!!.
Como es normal en la conducta humana, una vez  constatada la supervivencia, empezó un repaso a los daños colaterales: Se había quedado sin moto (5  plazos sin pagar), sin traje (trescientos euros pendientes) y el seguro que tenía contratado con Singapur a través de Internet, era  tan restrictivo en el pago  de indemnizaciones, que como no se lo llevara por delante un camión saltándose un Stop delante de la Guardia Civil no cobraba ni un puñetero euro.
Había quedado con Pitita a las cinco en la peluquería para que le repasara el tupé a lo Elvis que tanto le gustaba a ella. A las cinco y media, por ley de probabilidades, Pitita se iría con el primer  mensajero de moto gorda que pasara a su lado llamándola maciza, tía buena o algo equivalente... La conocía.
Alex empezó a hundirse moralmente a la misma velocidad que penetró en el rio. Se dio cuenta de  que en la precipitación  había salido por la orilla contraria con respecto a  la carretera, por lo que para recuperar  la posición normal de pedir socorro, tenia que tirarse al agua, cruzar y  superar el talud escalándolo .Misión poco menos que de boina verde.
Alex seguía hundiéndose moralmente y el frío apretando. Buscó el móvil para  marcar un SOS. Por un proceso bastante razonable  de inundación en los  circuitos, el Nokia dijo que pasaba  de encenderse. Le dio una risa tonta.
Registró la cazadora en el movimiento instintivo que todos hacemos de vez en cuando, para comprobar que la cartera  con la pasta y la tarjetas siguen en su sitio.
Y aquí llegó el summun: La cartera no estaba…. Pero algo se movía en el  centro del rio:
Dice Stephen Hawking en su teoría de los agujeros negros  que uno de estos fenómenos  cósmicos es capaz de absorber  hasta la luz y por supuesto cualquier objeto  que caiga bajo su atracción.
En una copia de  maqueta, aquel gracioso remolino tenia atrapada  la  cartera. Para no darle la razón al reputado sabio, ésta desaparecía bajo las aguas y a los veinte segundos volvía a la superficie.
En la primera desaparición iba cerrada y volvió abierta. A Alex de momento le dio otra vez la risa tonta.
En  el segundo hundimiento apareció con un billete de 50 euros a su lado nadando, que  después de tres o cuatro circulitos naufragó definitivamente hacia el fondo.
Al tercero un segundo billete esta vez el único de 100 €  siguió por el mismo camino.

.-“Cono,coño”.- Dijo Alex ya  con mirada de loco.-.” Mis estudios me persiguen. El punto de unión entre el Hawking y la economía a mi alcance”.
Empezó a correr por la orilla a la pata coja cantando de manera incoherente “El submarino amarillo” de los Beatles. Su  mente ya no podía más.
Lo encontraron a las cuatro de la madrugada dos guardias civiles de montaña, el 112 con ambulancia y un motero desconocido que acompañaba a Pitita.
Mucho les costó convencerle de que se tumbara en la camilla mientras con los dedos sangrantes escribía fórmulas supuestamente  matemáticas. Estaba  recostado contra un árbol en plena oscuridad..
“Espere señor, espere un momento que ya casi lo tengo”.Le dijo a un 0112 temblando como un pajarito y aferrándose a los apuntes.
“Ande, ande, túmbese en la camilla que tenemos que pasar el rio por la tirolina”.
Cuando lo metieron en la ambulancia  seguía riendo como un loco. Un cuervo asustado arrancó de la arboleda graznando como si se  solidarizara  con sus pensamientos.




Relato enviado por 
Antonio Rodríguez Plaza

Gracias 
Antonio
 por enviar tu relato ;)

04 enero 2012

"Será en los sueños" de Umu.


¿Será en los sueños donde reside la felicidad?
“Aunque ya sólo en el recuerdo de mis sueños puedo sentir la felicidad , me consuela saber donde puedo encontrarla” .
Quizás suene ridículo , pero da igual los logros que uno pueda conseguir o de lo poderoso y rico que una persona pueda ser con todos los sacrificios inimaginables que ello conlleve , porque lo único que hará disfrutar cada segundo de tu vida será lo feliz que seas en ese mismo instante ; independientemente de lo poderoso, rico  o desahuciado que estés en tu vida.

Ahora más que nunca valemos lo que tenemos y nuestros nombres bailan como números en un balance de una gran empresa . Sólo somos cifras .

Contaré mi experiencia personal , donde mis sueños y expectativas creo que desbordaron mi capacidad de logro. Alguien dijo que de no haber imaginado la rueda nadie la hubiera desarrollado , por lo que parece que la base del éxito de un logro es imaginar que puedes conseguirlo.
No hace mucho tiempo imaginaba mi vida a día de hoy al lado de una mujer que me amase, unos hijos que me quisieran y yo entregándoles a una vida en plena naturaleza disfrutando de la compañía y compresión de mascotas donde el respeto imperase, aprendiendo a dar importancia a todo lo que nos rodea sin necesidad de falsas necesidades. 
Es curioso porque desde muy pequeño brotó en mi la vocación de pastor de ovejas y aún hoy recuerdo el momento justo en el que volviendo en coche de un fin de semana en la finca donde pase mi niñez, pude ver a un pastor sentado a la sombra de un olivo dando cuenta de su almuerzo, observando el pastar de sus ovejas mientras su perro sentado a su vera disfrutaba del atardecer en compañía de su amo. Todos sabemos de las calamidades de la gente que trabaja por y para el campo, de todos los sacrificios que ello requiere y de la gran fuerza de voluntad que ello demanda, pero estoy seguro que a día de hoy un porcentaje alto de personas en el transcurrir diario en busca de trabajo para pagar los recibos cualesquiera que sean o todos aquellos que aún teniendo trabajo ven en cada amanecer un ultimátum en su carrera profesional por no conseguir las cifras establecidas, cualquiera de ellas se cambiaría por disfrutar de la sombra del olivo, la fiel compañía del perro y el almuerzo a dar cuenta. 

Es por ello que quizás en un día como hoy, cuando las cosas no funcionan como deberían, me consuelo sabiendo donde está la felicidad y me traslado a ella. 
El refugio del Olivo, la compañía de mi perro y el bocado deseado de mi almuerzo.


Relato enviado por Umu
Gracias Umu por enviar tu relato ;)