06 septiembre 2005

'El Libro de la Rosa' de Marcel

El Libro de la Rosa
Había una isla remota muy especial en la cual sus gentes nunca habían visto una flor.
No había una sola flor en toda la isla, y nadie sabía de su existencia.
Les fue entregado por un viajero un libro titulado “El libro de la Rosa”, donde se explicaba en mil formas lo que era una rosa:
su forma, su fragancia, su tacto, su simbología, etc.
Cientos de páginas en forma de poemas, escritos inspirados, etc.
La gente se quedó conmovida con ese libro, y se entusiasmaron al compartir su experiencia.
Al poco tiempo, empezaron a hablar de que les gustaría ver una rosa y cada uno exponía su imagen mental, su interpretación.
Unos decían que la rosa era tan grande como un árbol, otros que tenía un tronco con espadas, otros que olía a miel, otros que era frágil como la nieve...
Y empezaron a discutir para defender cada uno su teoría, y se formaron varios grupos.
Con el paso del tiempo se enseñaba en la escuela lo que era una rosa, desde el punto de vista del grupo mayoritario y se hacía referencia al libro sagrado,
pero pocos lo leían, y los que lo hacían, bien podía pasar que tuvieran una imagen innovadora de la rosa, pero como no encajaba con la visión de ningun grupo amoldaban su interpretación para no ser rechazados.
Otros, ya muy pocos, se atrevían a enfrentarse a los grupos y al Gran Consejo de Grupos, manifestando su propia visión de la rosa.
Finalmente, hubo un hombre que nunca creyó del todo lo que los grupos decían; él se decía: “no sé.. falta algo, algo no encaja”.
Con el paso del tiempo buscó por sí mismo en el libro sagrado, desdeñó lo que decían los grupos y el Gran Consejo, pero lo hacía en secreto, porque no le interesaba pelearse con nadie.
Se sentía solo por dentro, nadie le hubiera entendido.
Y seguía la vida, y un día se levantó, y al salir al camino, miró y vio un fulgor que salía de detrás de una roca.
Se acercó y vio la rosa más bella que podía haber concebido su imaginación, olió su fragancia y quedó extasiado al acariciarla con sus dedos y apreciar su tacto y fragilidad.
Corriendo se fue al pueblo a dar la buena noticia, pero nadie le creyó.
Algunos, no obstante, le siguieron, pero la rosa ya se había ido.
Él estaba felicísimo por haber tenido esa oportunidad, pero nadie le comprendió, y se apiadó de ellos...
Marcel 06-09-05
Gracias Marcel por enviar tu relato ;)