18 abril 2005

Gregy, la ardilla

Érase una vez una pequeña ardilla llamada Gregy.
Gregy era muy trabajadora, pero muy tímida. Trabajaba todo el verano recolectando semillas y frutos para el duro inverno.
Con su nariz pequeñita, detectaba donde debía buscar las semillas verdes y gracias a sus patas pequeñas, pero fuertes, podía saltar hasta las ramas más altas.
El color anaranjado de su piel, la hacía vistosa e inconfundible.
Todas las demás ardillas se reían de ella por su color y ella siempre se ponía a triste. A Gregy no le gustaba ser así. Siempre corría y se ocultaba en su madriguera, evitando que la vieran.
Corría tan rápido, que en ocasiones parecía que una mandarina, estuviera danzando de árbol en árbol.
Y así pasaba los días, saltando de rama en rama, transportando frutos hasta su madriguera, situada en un hermoso roble que estaba cubierto de una capa de hojas de enredadera.
Vivía en un pequeño bosque que estaba al lado de un gran lago azul.
Como cada año, llegó la época de migración y los pájaros vinieron al lago.
Entre todos los pájaros, dos cuervos negros se pararon a beber y saciar su sed cerca del roble.

- Tantos kilómetros volando cansan a uno. Dijo el cuervo gordinflón a su alado compañero.
- Cansan y además hacen doler el buche. Dijo el otro cuervo barbudo, mientras señalaba su estómago, que rugía como un león.
- No te preocupes que ya se como llenarlo. Cada año la madriguera de ese estúpido animal naranja esta lleno de semillas….Tiene que estar por aquí…
- ¿Y si nos descubre?
- Si nos descubre, no nos hará nada. Las ardillas son bichos tontos, que le tienen miedo a todo. Hasta a un par de viejos cuervos que están en los huesos.


Los dos cuervos comenzaron a volar entre carcajadas y buscaron la madriguera.
Al no dar con ella esperaron que la ardillita Gregy saliera a coger más alimentos y así poder comerse toda la cosecha.

Mientras tanto en su madriguera, Gregy llevaba su recuento diario de semillas y las separaba por tipo, color y forma. Al hacer un poco de sitio, se dio cuenta de que aún le faltaban unas pocas para llenar su almacén .Una vez lleno podría disfrutar de lo que quedaba de verano.
Gregy sabía que todos los años, un cuervo gordinflón, venía y se comía casi toda su cosecha.
¡Todo el trabajo de un mes para nada! Y su almacén, sin una semilla.

Por más que lo intentara, no había forma de que se marchara hasta que el ave se hartaba de comer.
Cada año intentaba una nueva forma de evitar que se comieran sus provisiones, pero hiciera lo que hiciera, siempre acababan en el buche del cuervo.
Este año había esperado que las hojas de enredadera crecieran hasta camuflar su madriguera y de esta forma evitar que acabara su cosecha en estómagos alados.
El ruido de unas carcajadas le llamó la atención y decidió asomar la cabecita por la madriguera. Quería saber quién provocaba tanto estruendo.
Al asomarse vio a un cuervo gordinflón, que parecía estar buscando algo.
El miedo le invadió y se quedó sin poder hacer nada en su madriguera.
<<¡Era el mismo cuervo de todos los años!>>
Tenía pensado salir a por más semillas, pero sabía que si le veían salir de allí, localizarían su escondite y acabarían con su almacén. Así que esperó a ver que sucedía.

Los dos cuervos revoloteaban la zona esperando ver algo naranja correteando por las ramas que les indicara el sitio exacto, pero no veían nada. Así que decidieron esperar.

Pasaron las horas y los cuervos seguían esperando en las ramas altas de los robles cercanos.

De pronto, algo sucedió. De entre unas ramas, apareció una naricita marrón de ardilla.
Le siguió unos ojos grandes y brillantes, y unas orejitas que apuntaban el cielo.
Pero no era naranja, si no de un precioso color canela. Era la ardillita más bonita que Gregy había visto nunca.
Estaba enamorado de ella desde la primera vez que la vio.
Se llamaba Lucy y vivía en el mismo roble que ella pero cinco ramas más arriba.
Lucy había salido a tomar el sol y a beber un poco de agua, y no se percató de la existencia de las aves.
Los dos cuervos estaban esperando a más de cuatro árboles de allí. Esperaban a la ardilla naranja, pero cualquier madriguera sin su dueño presente valía. Al fin de al cabo, lo único que querían era llenar el estómago.
Cuando vieron que Lucy ya había bajado dos ramas, sigilosamente planearon hasta su madriguera y comenzaron a degustar el delicioso manjar que se albergaba en su interior.
Cuando Lucy pasaba justo delante de la madriguera de Gregy, éste salió para detener su alegre salida matutina.
- Hola L..Lucy.
- ¡OH! ¡Que susto me has dado Gregy!- dijo Lucy mientras daba un salto hacia atrás.
- Per..Perdóname L…Lucy. <> Deberías volver a tu casa. No has visto a esos estúpidos cuervos, parece que estén esperando que…
- ¡OH, cielos! Lucy empezó a subir rauda y veloz hacia su madriguera, pero ya era demasiado tarde.
Dos cuervos ocupaban la totalidad de la mohosa rama de roble y devoraban su fantástica reserva de semillas. Lucy gritó y gritó, pero ninguna ardilla salió a ayudarla. Todas se escondían aterrorizadas en sus madrigueras.
Lucy volvió a bajar hasta la madriguera de Gregy y le pidió ayuda con lágrimas en sus grandes ojos brillantes.
- Por favor Gregy. ¡Ayúdame! Se están comiendo todas mis semillas y nadie me ayuda.
Gregy estaba paralizado por el miedo. Recordaba que todos los años, la victima era él y nunca nadie le había ayudado por mucho que gritara.
“Si no fueras tan llamativa, no te habría pasado…” le decían entre risas las demás ardillas.
De pronto Gregy tuvo una idea y subió veloz el roble hasta llegar a la copa.

Recordó a sus pequeñas amigas, hacía menos de seis meses le pidieron un favor. Su casa estaba a punto de caerse y gritaban desesperadas. La ardilla escuchó sus gritos y subió en dirección a ellos. Al llegar vio una escena terrible. Una Colmena de avispas estaba a punto de caerse, y Gregy no vio otra opción que la de poner ramas justo debajo para evitar que cayera al suelo. Estuvo casi toda la tarde de un lado a otro llevando ramas y hojas secas hasta que hizo un colchón. Justo cuando puso la última rama, la colmena cayó y se detuvo encima del colchón. Había salvado a la Reina y eso era un honor muy grande.

Ahora Gregy subía hacia la copa, al llegar vio que habían construido otra colmena en el árbol y habían abandonado la otra que todavía yacía en el somier de hojas y ramas.
- Amigas, necesito vuestra ayuda.
Gregy les explicó el problema y entonces, todos juntos, decidieron un plan.

Mientras tanto Lucy, pensó que Gregy había salido huyendo, como un cobarde, y sin nada que perder, se dirigió hacia los dos cuervos que todavía seguían engullendo el trabajo de los últimos meses de recolecta.
Lucy intentaba que la miraran y dejaran de comer, pero las aves, ni siquiera le dirigían un simple vistazo. Con una pata la empujaron. Lucy resbaló y se quedó colgando de la rama intentando no caerse.
Cuando sólo le quedaba un brazo aferrado a la rama, Lucy flaqueó sus fuerzas y no aguantó más.
Su brazo se deslizó de la rama y Lucy cayó en el vacío…Era el fin…

Su cuerpo chocó en una cama blanda de hojas y ramas improvisada. El colchón cedió y Lucy volvió a estar sujeta de una rama con sus dos bracitos.
No tenía más fuerzas y poco a poco se iba resbalando. Dos patitas de ardilla aparecieron de arriba y consiguieron hacer subir a Lucy que por fin se encontraba sana y a salvo en la madriguera de Gregy.
Gregy no había huido, incluso había podido preparar un colchón de hojas, aunque poco resistente, que impidió que Lucy chocara contra el suelo.
La ardilla hizo una señal y la "Armada Avispera" atacó con fuerza a los dos cuervos que no se habían enterado de nada.
Llenos de picotazos, los dos cuervos tuvieron su escarmiento y nunca más volvieron a pasarse por ese lugar...
Cuando Lucy volvió a su madriguera, la encontró vacía, sin una sola semilla.
Con los picos de los cuervos, también habían destrozado la entrada y las paredes y en los futuros días de invierno, el frío se colaría por los agujeros. Ya no podía vivir allí, había de buscarse otra casa.
- Si quieres puedes quedarte aquí, por un tiempo…Dijo Gregy ruborizado.
- Pero… no tendremos suficiente comida para los dos….
- Yo tengo el almacén lleno y ahora podemos llenarlo más…si tú quieres…
Y así se acaba esta historia, sólo os puedo contar que Lucy y Gregy vivieron en la misma madriguera y un día se casaron y tuvieron una hermosa ardillita, mitad naranja mitad canela. Y por fin todos juntos vivieron felices y comieron semillas…